Estamos a menos de una semana de que la administración del presidente López Obrador termine.
Según la posición del actor, la mirada sexenal, crítica, que considera lo que faltó o sobró, que registra filias y fobias, tiene contrastes, paradojas, altibajos, negros o blancos, algunos matices de gris. Una resonancia del ni todo bien ni todo mal, sino todo lo contrario.
Predomina de inicio a fin un discurso de odio, una falta de planeación estratégica, disminución del basamento institucional, una voluntad férrea de seguir la ruta unipersonal, una limitada visión del futuro, que considere el interés nacional por encima de intereses aviesos, ya sean personales, familiares o de grupo de poder, un afán de control que trascienda el fin del mandato.
Sin duda hay quienes repiten que todo está bien, muy bien, están agradecidos y felices, muy felices; es la expresión del alma bella hegeliana, que se regocija ante el desastre del mundo, que puede engullirla.
La política en sus distintos adjetivos, tiene esos contrastes, las palabras chocan con los actos; el costo asumido lo paga la sociedad.
Los datos duros chocan contra el discurso gubernamental. La política exterior fue limitada, la política interior cerrada, la política de seguridad con resultados adversos, la política de salud antisocial, la política económica endeudada, la política educativa reprobada; sin embargo, irónicamente, la cabeza del gobierno mantiene notas aprobatorias suficientes, ante la supuesta percepción de las personas entrevistadas.
La idea de continuidad sin cambios con el nuevo gobierno, es un triunfo de la estrategia política del sexenio que termina; la estructura de gobierno, con los personajes que vienen, tiene en su mayoría el sello del gobierno que se va, se observa la mano invisible que mueva los posibles hilos del gobierno que viene.
La herencia no depende del heredero, si dependerá lo que haga con ella.
La sociedad mantiene las expectativas, un dejo de esperanza, no tiene de otra más que seguir su derrotero, su sobrevivencia; que se cifra en la posibilidad de acción, cuando simbólicamente la nueva presidenta se siente en la silla.
Estamos en ese cruce, la decisión se tomará en función de lo que cada actor decida, pueda y quiera, sea del gobierno o de la sociedad.
Bienvenido el cambio, de gobierno y del fortalecimiento individual y social, la batalla continúa, la política sigue.