Si no fue corrupción, fue improvisación

Hoy sabemos que no se realizó a tiempo la reconversión hospitalaria en muchas instituciones públicas y eso causó focos de contagio entre médicos y personal sanitario (que son cerca del 10% de los muertos reconocidos por la enfermedad).

Comienzan las que serán, según las propias autoridades, las dos semanas más duras de la pandemia en México. Paradójicamente, son las dos semanas en las que se comenzará a concretar el desconfinamiento en muchos países y dentro de unos diez días, la economía estadunidense, donde este fin de semana 30 estados retomaron sus actividades, volverá a echar a andar la mayoría de sus cadenas productivas, las que, inexorablemente, están unidas las de México.

En otras palabras, habrá que participar de ese proceso en un momento en el cual nosotros seguimos sin estar preparados plenamente para enfrentar, simultáneamente, la emergencia sanitaria y la reapertura, por lo menos de muchas empresas que, por alguna razón, fueron declaradas no esenciales.

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La falta de preparación se pone de manifiesto de muchas formas. Defiende el director del IMSS, Zoé Robledo, la compra de respiradores a casi el doble de precio realizado a una empresa propiedad del hijo de Manuel Bartlett, director de la CFE, argumentando que ante la ausencia de respiradores hay que aprovechar las posibilidades de mercado.

Asumamos, por un momento, que no hay ningún conflicto ético ni legal en que el gobierno le compre por adjudicación directa equipos al hijo de un muy alto funcionario del propio gobierno, al doble del precio del de otros proveedores (y que éste se defienda diciendo que otras instancias de gobierno pagaron tres veces más por los mismos equipos). Lo terrible es que,
incluso si se actuó de buena fe, se tuvieron
que pagar esos precios por ventiladores que apenas están comenzando a llegar a México porque se actuó con improvisación, porque se empezaron a comprar equipos hasta bien entrado marzo (es el caso de todos estos respiradores), cuando desde enero se sabía que enfrentaríamos un grave problema derivado del COVID-19.

Se subestimó la enfermedad (lo hizo público el Presidente una y otra vez hasta esas fechas) y, de la misma forma en que se “ahorró” el año pasado no comprando medicamentos para atender el cáncer y muchas otras enfermedades, provocando un doloroso desabasto de medicinas, ahora se quiso “ahorrar” esperando para comprar equipos (hasta ver cómo resultaba la enfermedad) y se terminó pagando mucho más por equipos e insumos que, en muchos casos, todavía no llegan a México.

El mejor ejemplo lo dio el propio López-Gatell cuando reconoció que le vendimos cubrebocas a China que terminamos comprando semanas después por un precio varias veces mayor. Con el caso de los respiradores pasó lo mismo: cuando quisimos comprar, entre marzo y principios de abril, Estados Unidos y Europa estaban en el pico de la pandemia y China apenas salía de ella: la oferta de respiradores se redujo en forma drástica y los precios se dispararon, como el de todos los demás equipos e insumos relacionados con la pandemia. Si se hubiera comprado, como era lógico y si se hubiera actuado en forma previsora, desde enero o febrero (o no le hubiéramos vendido a otros países esos mismos insumos) la situación hoy sería otra.

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Hay casos, como el de una empresa en Tijuana, que produce ventiladores, pero cuya producción no llegó a nuestro mercado porque ya la tenían comprometida con Estados Unidos. Cuando el gobernador de Baja California les prohibió operar porque no vendían esos equipos al estado (que ya estaba en una situación crítica y sus médicos y enfermeras, según Jaime Bonilla, “caían como moscas”) hubo que dar marcha atrás porque el propio gobierno estadunidense protestó, pues esperaba esos ventiladores. Una parte de la producción de esa empresa apenas comienza a destinarse a México en estos días.

Hoy, apenas están llegando esos insumos a muchos hospitales, asumiendo, además, que los primeros que se entregaron no llenaban los requisitos mínimos de protección. Hoy, muchos médicos y enfermeras siguen comprando sus propios equipos. Hoy sabemos que no se realizó a tiempo la reconversión hospitalaria en muchas instituciones públicas y eso causó focos de contagio entre médicos y personal sanitario (que son cerca del diez por ciento de los muertos reconocidos por la enfermedad). Hoy podemos ver en los hospitales que está reconvirtiendo Sedena o la iniciativa privada en lugares como el centro Banamex, cómo sí se puede actuar con profesionalismo y previsión, pero esas instalaciones se comenzaron a adecuar y preparar, lo mismo que su personal a entrenar, a partir de los primeros días de abril, que fue cuando el gobierno federal dio la orden.

La pandemia estaba ahí desde diciembre y ya en forma notable desde enero. Pero aquí se pensaba, igual que Trump Bolsonaro, que era una simple gripe. Por eso no se actuó a tiempo, por eso, si no fue por corrupción (y en política lo que parece, es) se actuó con improvisación, se terminó comprando equipos a un precio fuera del mercado, por eso, muchos de esos equipos no terminan aún de llegar a nuestro país. Y ya estamos en el pico de la enfermedad.