Señor Presidente, no construya esa refinería

Digamos que usted tiene una empresa con dos negocios. En uno de ellos las utilidades son enormes, incluso si está mal administrado. El otro es una actividad, que bien administrada, deja pocos centavos. Si usted tiene un dinerito que invertir, ¿en cuál de los dos lo haría? La respuesta es obvia: en el primero porque deja más utilidades. Bueno, pues lo que es indiscutible en el mundo capitalista, no lo es para el gobierno por una razón fundamental: los funcionarios encargados de tomar las decisiones no están arriesgando su dinero, sino el de los contribuyentes. Por eso, se dan el lujo de invertir en negocios que no son económicamente rentables, pero que pueden ser muy buenos desde el punto de vista político.

Es lo que está pasando con la nueva refinería que el gobierno quiere construir en Dos Bocas, Tabasco. Por muchas razones, es una tontería desde el punto de vista económico.

Como he dicho en este espacio, en el caso de Pemex, el gobierno de Peña le entregó una bomba a punto de explotar. Estamos hablando de la petrolera más endeudada del mundo con una clara tendencia a la baja en la producción de crudo. De estar extrayendo 3.4 millones de barriles diarios en 2004, hoy estamos en 1.6, una caída del 53%. Es la peor combinación: muchas deudas con cada vez menos ingresos.

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Lo que urge, en este sentido, es incrementar la producción de crudo porque, como bien decía John D. Rockefeller, “el mejor negocio del mundo es una compañía petrolera bien administrada; el segundo mejor negocio del mundo es una empresa petrolera mal administrada”. Históricamente, Pemex ha sido una empresa pésimamente administrada. Sin embargo, por los altos márgenes que existen, la explotación de crudo deja mucho dinero.

La refinación de petróleo, en cambio, es un negocio de márgenes muy estrechos, incluso cuando está bien administrado. Depende, de manera crítica, de ventajas logísticas como el acceso a crudos compatibles con su configuración y la cercanía a los mercados de consumidores. No queda claro que, una vez terminada, la refinería en Tabasco tendría el crudo para refinar en esas instalaciones. Podríamos llegar al absurdo de tener que importar petróleo para ponerla a trabajar.

Pero, el mayor inconveniente es lo lejos que estaría la planta de los centros de consumo. Cuando al presidente Felipe Calderón se le metió la idea de hacer una refinería, escogió una ampliación en Tula, Hidalgo, para precisamente estar cerca de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México, una de las regiones que más demanda combustibles. Transportar gasolinas desde Tabasco no sólo costaría una fortuna en la construcción de poliductos o, peor aún, en la compra de pipas, sino que se correría el riesgo, en un tramo tan largo, que los huachicoleros hicieran de las suyas.

Con las seis refinerías que actualmente tiene Pemex, la empresa pierde alrededor de cinco a siete dólares por barril de crudo procesado, sin tomar en cuenta los costos de los enormes pasivos laborales de la empresa. En cambio, por más corrupción que exista en Pemex y su pésima administración, la extracción de crudo deja una utilidad positiva de entre 30 y 40 dólares por barril. No hay que ser Carlos Slim para concluir que es mejor invertir en el negocio de la explotación petrolera que en el de la refinación.

Eso es lo que argumentan los bancos, las calificadoras, los expertos petroleros y la Secretaría de Hacienda. No así López Obrador y su secretaria de Energía. Ambos están empeñados en la nueva refinería para cumplir el sueño de todo Presidente mexicano: dejar una mega obra en su estado natal. Así lo hizo Peña con el tren de la capital a Toluca que, si algún día se termina, será un elefante blanco donde será imposible recuperar los costos de capital y operación. Pues lo mismo sucederá con la refinería de Dos Bocas.

Van a enterrar entre ocho y 14 mil millones de dólares de los contribuyentes. Tan sólo este año presupuestaron dos mil 500. En un ejercicio de responsabilidad fiscal, el subsecretario de Hacienda, Arturo Herrera, anunció en Londres que se pospondría este proyecto para inyectarle ese capital a la extracción de crudo de Pemex.

Ni tardos ni perezosos, AMLO y Rocío Nahle lo desmintieron. La refinería va, aunque sea un mal negocio y haya uno mejor que produzca enormes utilidades. En fin, si de algo sirve, me permito recomendarle a López Obrador que le haga caso al subsecretario Herrera. Señor Presidente, no construya la nueva refinería. Mejor meta ese dinero a la exploración y explotación de crudo.