Pruebas o amuletos, adelantarse o esperar

Especial

El verdadero debate en torno a la pandemia de coronavirus y sus principales enseñanzas, tanto en términos sanitarios como económicos, es que la única opción real de tener resultados positivos ante este tipo de fenómenos es adelantarse a que se den las peores consecuencias, porque, si no, como ha ocurrido en Italia y en España, éstas son mucho mayores y más dolorosas.

Adelantarse no significa caer en pánico, sino adoptar medidas adecuadas antes de que los fenómenos estén en pleno desarrollo.

En México hemos optado por esperar. Apenas el martes se anunció que se utilizarían tres mil 500 millones de pesos para comprar equipos y medicinas para una enfermedad que ya está aquí y cuya atención sobrepasará geométricamente esa cantidad.

No es un secreto saber cómo se tiene que actuar. La Organización Mundial de la Salud lo repite todos los días, pero nuestras autoridades parecen negar la evidencia, pareciera que ellos tienen otros datos.

Lo repitió ayer el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus. Corea del Sur es el ejemplo a seguir para poder vencer la pandemia. Ghebreyesus, un médico de origen etiope, explicó que Corea del Sur combinó la concientización de la gente con la expansión de la capacidad de sus laboratorios para testar posibles casos, racionó el uso de mascarillas y practicó un exhaustivo seguimiento de contactos con pacientes en determinadas áreas afectadas.

Aisló casos sospechosos en instalaciones diferentes a sus domicilios u hospitales, permitiendo que, de 800 casos diarios en el peor momento del brote, en ese país se pasara a los 90 actuales.

Corea del Sur no cerró ciudades ni aisló a millones de personas. A sus campañas de concientización, que tanto sus autoridades como su gente respetaron, sumó pruebas rápidas masivas; ingresos hospitalarios sólo para los pacientes graves y uso de la tecnología para tener informada a toda la población.

Ante los primeros focos, colocó puestos al aire libre, en explanadas y estacionamientos de hospitales, donde los enfermeros hicieron pruebas gratuitas de coronavirus, sin que los que fueran a ellas tuvieran siquiera que bajar de sus vehículos. En estos puestos se realizan, aún hoy, 15 mil pruebas al día.

A las personas que dan positivo, pero no presentan síntomas, les indican que deben permanecer encerrados en casa. Los que tienen síntomas, pero no graves, quedan en centros comunitarios. A los hospitales sólo van los que están en una situación de cierta gravedad. Ello ha servido para no colapsar las urgencias de los hospitales.

Con la masiva recopilación de datos se pudo identificar rápidamente los grupos de contagio para enfocar mejor sus esfuerzos de cuarentena y desinfección. Los datos de grupos de contagio se envían diariamente a la gente mediante mensajes de texto, con alertas públicas, merced a lo cual una comunidad o una colonia sabe si debe o no tomar medidas especiales, si hay casos de contagio.

En México hemos optado por no hacer pruebas masivas e incluso el subsecretario López-Gatell ha dicho que las mismas no sirven. Según la OMS, el 79% de los contagios provienen de pacientes asintomáticos. Por eso son tan importantes las pruebas masivas.

Para que los pacientes asintomáticos se recluyan y no sigan contagiando, aunque ellos no tengan síntomas. En nuestro caso, no sabemos siquiera cuántas pruebas se han hecho y cómo están localizadas (quizá porque no tomamos la previsión de tener pruebas suficientes).

Estamos esperando a que estalle la pandemia en el país, deseando que sea más bondadosa con nosotros que con otras sociedades, para entonces comenzar a implementar medidas que sabemos insuficientes.

Según dijo el subsecretario López-Gatell en una reunión con senadores, habrá en el país 250 mil infectados (una cifra, a todas luces, conservadora respecto a lo que estiman otros países) y el 70% requerirá atención médica, de los cuales el 80% tendrán atención ambulatoria. Del otro 20%, un 14% tendrá que ser hospitalizado y el 6%, unas diez mil 500 personas, tendrá que estar en terapia intensiva. Habrá unos cuatro mil muertos.

Las cifras son frías, pero terribles y superan con mucho la capacidad hospitalaria pública si se da un alud de contagios. Pero la idea es esperar y, mientras tanto, quizá conseguir alguno de los amuletos que presumió ayer en su conferencia de prensa el Presidente de la República.