PAN, el último reducto

Sueño con un partido al que no lleven al baile. ¿Somos o no somos?
Carlos Castillo Peraza

El PAN es la última esperanza para preservar nuestra precaria república democrática, por ser la primera minoría, por su historia de oposición, por su doctrina, por ser la contrapropuesta de quienes pronto asumirán el poder. El partido de Gómez Morin es el último reducto para defender el Estado de derecho, la división de poderes, los derechos humanos, la estabilidad macroeconómica, el federalismo como auténtica descentralización del poder, la economía social de mercado, la inserción competitiva en un mundo globalizado.

Pero Acción Nacional tiene que superar un escollo monumental: el proceso de elección interno que debe dar legitimidad a la próxima dirigencia y evitar riesgo de escisiones.

Dos corrientes se disputan el poder. Por un lado, tres panistas con firme convicción, con capacidad de entrega y liderazgo: José Luis Espinosa Piña, Manuel Gómez Morin y Ernesto Ruffo Appel. En el otro bando, Rafael Moreno Valle pretende adueñarse del partido en aras de un proyecto individual.

Moreno Valle gobernó Puebla según el modelo descrito por el politólogo Juan Luis Hernández Avendaño: “una derivación del autoritarismo, un régimen que tiene en el centro, no a la sociedad que regula la política, sino al gobernante que regula la actuación de la sociedad, le marca los límites de sus actuaciones y le manifiesta los términos de su sujeción que debe relacionarse con el poder instituido. El gobernante de tipo sultanato ejerce el poder personalísimamente concentrando facultades legales y metalegales en su persona y posición, un régimen que no soporta contestación alguna”.

Me remito a algunos artículos de la convocatoria ya expedida. Señala (art. 4) como aspirantes a dirigir al partido a quienes se hayan “significado por la lealtad a la doctrina y a la observancia de estos estatutos y demás disposiciones reglamentarias”. La comisión encargada de conducir el proceso tiene facultades para confirmar el cumplimiento de esta exigencia.

El artículo 17 señala el 12 de octubre como fecha de inicio de las campañas, lo cual implica castigar actos anticipados. El artículo 22 establece: “Los integrantes del CEN, presidentes, secretarios y tesoreros de los CDE y CDM, así como los funcionarios remunerados del partido a cualquier nivel, no podrán otorgar su firma ni participar en actos de campaña de los candidatos”. Estos artículos ya han sido violados.

El Código de Ética señala: “Los panistas debemos preservar la autonomía frente a las instituciones del gobierno, sin dejar a un lado la coordinación y vinculación de todo lo que sea necesario para la consecución del bien común. Las estructuras de gobierno no deben confundirse con las del partido, la tentación permanente de reproducir el modelo de partido de Estado debe ser rechazada institucionalmente”. Añade que el militante debe “evitar usar o permitir el uso del cargo o comisión para coaccionar o inducir alguna conducta a la militancia partidista, así como respetar el derecho de los subalternos a votar libremente en las asambleas o convenciones partidistas”.

La recolección de firmas es una gran trampa, pues solo las puede obtener quien ya ha creado una estructura en todo el país. Para que haya equidad, debe suprimirse este requerimiento.

Acecha al PAN un inmenso peligro: el arribo de quienes representan los males contra los cuales ha luchado, son el antipanismo.

En aras de la congruencia, la CONCECEN debe negar el registro a la fórmula que ha evidenciado su imbricación con el poder y ha violado la normatividad interna del partido.

Es gravísima la responsabilidad del PAN, posiblemente la más relevante en toda su historia. La frase de Charles Dickens es trillada, pero acertada: “Es un mal momento, puede ser también un gran momento.