Oposición en construcción

Después del abrumador triunfo de la coalición de López Obrador, lo que sigue es la aparición de una oposición que tendrá el mismo poder que la que tuvo la que existió en los viejos tiempos del PRI hegemónico: nada. Sólo lo recordamos los viejos, pero hasta 1986 prácticamente todo lo ganaba el PRI, y los demás partidos apenas alcanzaban a tener una breve representación parlamentaria y algunas alcaldías. Desde ahí podían criticar, y el respaldo de vidas entregadas a la política sin ninguna ganancia de por medio les ayudaba a ser creíbles. Desde la izquierda, pero sobre todo desde el PAN, esa crítica legítima fue minando a un régimen que, eventualmente, se desplomó.

La historia no se repite. La potencial hegemonía de Morena y sus aliados fue ganada en las urnas, y no es herencia directa de la Revolución, como lo fue la del PRI. Hoy no hay izquierda a la vista, como no la hubo por décadas debido al peso del Nacionalismo Revolucionario, todo agrupado al interior del partidazo, hasta que en los años sesenta empezó la separación: el cardenismo en el Movimiento de Liberación Nacional, luego en el sindicalismo, y finalmente, en el ocaso del régimen, en el PRD. Todo eso es historia.

Acción Nacional, creado en 1939 para enfrentar esa construcción mitológica, el Partido de la Revolución Mexicana, siempre vivió una fractura interna: los católicos de Jalisco frente a los liberales de Sonora. En varias ocasiones, la fractura se hizo ruptura. No pudieron tener candidato presidencial en 1976, salió el Foro Doctrinario en los ochenta. Pero le hizo más daño el poder al PAN que las décadas de ingrata oposición.

En este momento, el único partido que puede convertirse en un obstáculo para el control total de López Obrador es precisamente Acción Nacional. No sólo cuentan con una representación importante en el Congreso, es el segundo partido en ambas cámaras, y aunque no puede evitar reformas constitucionales, puede tener una voz relevante. Tienen además 12 gobernadores, de los cuales al menos siete tienen control real de su entidad. Es una posición mucho mejor que la del PRI, que con 45 diputados, 14 senadores, y apenas tres gobernadores con fuerza, no ha podido siquiera mantener la relación con el PVEM.

Movimiento Ciudadano está hoy en mejor situación que el PRD. Tiene un gobernador, del tercer estado del país, 27 diputados y 7 senadores. Pero tendrá dificultades para diferenciarse de López Obrador en el discurso.

No es posible saber todavía cuántos priistas y perredistas se mantendrán en su partido o migrarán al nuevo gobierno. Considerando las elecciones de 2019 (gobernador en BC, locales en Aguascalientes, Quintana Roo y Tamaulipas), no hay incentivos a la permanencia.

Es decir: todo indica que sólo Acción Nacional puede jugar un papel relevante de oposición. Para ello, tiene que resolver tanto su fractura tradicional (ideológica) como la más reciente (política). Ésta no resulta únicamente del proceso de construcción de la candidatura de Ricardo Anaya, o de las acciones más recientes de algunos miembros de su equipo. Su origen data del gobierno de Felipe Calderón. Mientras Fox menospreció al partido, Calderón quiso controlarlo muy al estilo del PRI y su líder nato.

La importancia del PAN debería ser evidente. Los partidos políticos son los instrumentos que tenemos para que la democracia funcione. Y en este momento, éste es el que más posibilidades tiene de convertirse en el contrapeso indispensable. Sus discusiones internas, por lo tanto, son de interés público. Si no lograsen resolver sus conflictos y presentar una oposición confiable, el panorama político del país será un páramo con una sola fuerza política, que en realidad es una multitud que sigue a una sola persona. Y eso, le garantizo, no será bueno.