NO ES POR XOCHITL, ES POR LA DEMOCRACIA

José Alberto Márquez Salazar

“Sorprendió a México al convertirse en la líder esperada… “, recita la propaganda que se difunde sobre Xóchitl Gálvez en su camino a la candidatura por la presidencia de la República en el 2024.

El 2 de junio del 2024, en las boletas que depositaremos en las urnas, los nombres de Gálvez, Claudia Sheinbaum y Samuel García estarán impresos. De ese tercio elegiremos a una persona que será responsable, en primera instancia, de los destinos políticos, económicos y sociales del país.

La historia de México tiene que ver con los héroes, con los caudillos, con los líderes que, pensamos, van a salvar las malas circunstancias en las que vivimos o en las que vive el país. Volvemos a creer que una persona es capaz de cambiar todo de manera mágica. Hubo ciudadanas y ciudadanos, no afiliadas ni simpatizantes de Andrés Manuel López Obrador, que creyeron que él cambiaría todo. Cambió algo; su balance no es muy positivo.

Tan confiados estábamos, unos más unos menos, en que la democracia que se construyó era suficiente para resolver todos nuestros males que no advertimos que esa democracia, manejada por los principales partidos políticos, Acción Nacional, de la Revolución Democrática y Revolucionario Institucional (hoy también por el Movimiento de Regeneración Nacional) fue utilizada para mantener los privilegios de un grupo, de unos grupos, que tiene más de treinta años lucrado.

En el 2018 no solamente se modificó el gobierno, los gobiernos, también se puso en la mesa de discusión al régimen y al sistema político que tenemos.

Después del 2018 la oposición a López Obrador no ha cuestionado la democracia en la que vivimos, sobre su modelo y sobre el por qué ha permitido que un Autoritario esté en la silla presidencial.

Los principales cuestionamientos a la forma de actuar de Andrés Manuel López Obrador, como presidente de la República, tiene que ver con su retorno al Presidencialismo, con la reconfiguración y fortalecimiento del presidencialismo en México. Ahí están sus decisiones para lastimar a las instituciones que deberían limitar el poder, al poder. El presidente de la República vuelve a ser el eje sobre el que se mueve el sistema, pero el sistema se mueve a un deterioro sistemático.

¿Nos conviene tener una figura todopoderosa que use y abuse del poder?

¿Nos conviene transformar a figuras débiles (configurados por la mercadotecnia política) en ilusorios líderes que cambiarán México?

Ni Xóchitl Gálvez, ni Claudia Sheinbaum o Samuel García van a cambiar a México de la noche a la mañana, no lo harán en un país que se ha polarizado y que, ahora, espera de “alguien” para salir adelante.

El descontento, el enojo, la inconformidad, con Andrés Manuel López Obrador configuró tres oposiciones: la del grupo de simpatizantes y militantes de los partidos políticos que perdieron espacios de poder; la de las y los ciudadanos a quienes no les respondió el gobierno de la República y que es afectada, ignorada y agredida por sus decisiones, y una oposición que advierten los retrocesos democráticos, sociales y económicos que estamos viviendo.

No, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, al igual que el de Enrique Peña Nieto, de Felipe Calderón Hinojosa y de Vicente Fox, mintió a las personas y los engaña con sus decisiones basadas en “el pueblo bueno”.

No, no tenemos servicios de salud como en Suiza; no tenemos una división de poderes ni el respeto del Ejecutivo al Judicial y Legislativo; no se ha reducido la pobreza; no se ha desterrado la corrupción ni el nepotismo; no se ha derrotado a la delincuencia organizada ni se ha reducido el número de muertos que hay diariamente.

Pero, no se nos olvide, tampoco los partidos políticos que apoyan a Gálvez llevaron a México a los mejores estados del desarrollo o de la igualdad.

De acuerdo con las encuestas de la mayoría de las empresas especializadas (un 90%), Xóchitl Gálvez va veinte puntos debajo de la candidata del Movimiento de Regeneración Nacional.

Dos visiones permean entre las y los simpatizantes de la virtual candidata Gálvez: La que se niega a ver los números y pretende que toda encuesta que no le favorezca es pagada o manejada y la que ve con tristeza como se cae la que “… se convirtió en la líder esperada”.

Recapitulemos. Antes de aparecer Gálvez, como la salvadora del país, las formas de hacer y ser de López Obrador, las deficiencias y omisiones de su gobierno tenían una base de oposición, de ciudadanas y ciudadanos agraviados.

Querer hacer de Xóchitl Gálvez la única figura opositora significa también caer en el peligro de que, si va mal en su campaña, la oposición se derrumbará.

No. Quienes votaremos en contra de la sucesora de Andrés Manuel López Obrador y candidata de MORENA, lo haremos porque en cinco años ellos mintieron, fueron omisos, irresponsables. Ahí están las muertes por la omisión de Claudia Sheinbaum.

Aunque suene vago, la elección del 2024 no es a favor de Xóchitl Gálvez. Ella será la figura electoral, pero los miles y miles de ciudadanos agraviados por López Obrador son, en esencia, los verdaderos líderes que pueden cambiar la elección. No es por Xóchitl Gálvez y sus chistecitos y sus ocurrencias. El voto del 2024 es para limitar el poder, para que, gane quien gane, tenga contrapesos, una ciudadanía que cuestione, un movimiento político que revise la democracia y sus instrumentos.

No, no es por Xóchitl: la decisión del 2024 es a favor de la democracia, de la igualdad social, contra la violencia a las mujeres, contra la corrupción, por un país sin discriminación y exclusión.