Movieron al Chapo por miedo a una tercera fuga

La noche del viernes 6 de mayo, el Chapo recibió en su celda del penal del Altiplano a Renato Sales Heredia, comisionado Nacional de Seguridad; a Enrique Galindo, el comisionado general de la Policía Federal; a Alfonso Ramón Bagur, el comisionado de Protección Federal, y a Eduardo Guerrero, el comisionado del Órgano Administrativo Desconcentrado de Prevención y Readaptación social.

Acto seguido, el Chapo abordó un helicóptero que lo llevó al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, donde subió a un mini jet que lo trasladó al aeropuerto internacional Abraham González, de Ciudad Juárez. Una vez ahí, el Chapo llegó al Centro Federal de Readaptación Social número 9 Norte –en Ciudad Juárez–, a bordo de una aeronave de la Policía Federal, en medio de un aparatoso operativo de seguridad, esposado de manos y de pies.

Pero, ¿por qué trasladaron al Chapo?

En entrevista para La Otra Opinión, el Doctor Mario Arroyo –experto en temas de seguridad–, aseguró que este movimiento es simbólico y sorpresivo en todos los sentidos.

En primer lugar, es la primera vez que el Comisionado Nacional de Seguridad, el comisionado general de la Policía Federal y el comisionado de Protección Federal acuden –juntos– al traslado de un criminal. Eso demuestra la relevancia de un preso como el Chapo Guzmán.

Pero el asunto va más allá. Para Arroyo, el traslado del Chapo obedece a la vulnerabilidad de las cárceles mexicanas. Y es que, según el especialista, no existe en México una prisión capaz de contener a un criminal como el Chapo Guzmán.

Ya que, a pesar de tratarse de un movimiento cotidiano –pues no es extraño que las autoridades trasladen a los reos de un penal a otro–, lo cierto es que las prisiones mexicanas están lejos de tener el personal, las instalaciones, el equipo y los protocolos para retener a figuras como Guzmán Loera.

Mario Arroyo explicó que de los 400 centros penitenciarios que existen en México, 22 están bajo el control de la federación. No obstante, eso no implica que sean prisiones de primer mundo. La mayoría de los casos –detalló el especialista–, son prisiones estatales que rebasan a la autoridad local y terminan en manos del gobierno de la República.

Es así que 80 de los penales se consideran focos rojos. Y en este listado de cárceles inseguras, controladas por criminales y sin las condiciones básicas de operación; se encuentra el Cefereso de Juárez. El mismo al que llegó el Chapo.

Por eso, ante la deficiencia en infraestructura, la incapacidad de la autoridad y el temor a una tercera fuga, el Chapo habría dejado el Altiplano para ocupar –temporalmente–, una celda en Chihuahua.