#MásPoesía Laura Méndez de Cuenca

Nieblas

 

En el alma la queja comprimida

y henchidos corazón y pensamiento

del congojoso tedio de la vida.

 

Así te espero, humano sufrimiento.

¡Ay! ni cedes, ni menguas ni te paras:

¡Alerta siempre y sin cesar hambriento!

 

Pues ni en flaqueza femenil reparas.

No vaciles, que altiva y arrogante

despreciaré los golpes que preparas.

 

Yo firme y tú tenaz, sigue adelante:

No temas, no, que el suplicante lloro

surcos de fuego deje en mi semblante.

 

Ni gracia pido, ni piedad imploro:

ahogo a solas del dolor los gritos,

como a solas mis lágrimas devoro.

 

Sé que de la pasión los apetitos

al espíritu austero y sosegado

conturban con anhelos infinitos.

 

Que nada es la razón si a nuestro lado

surge con insistencia incontrastable

la tentadora imagen del pecado.

 

Nada es la voluntad inquebrantable,

pues se aprisiona la grandeza humana

entre carne corrupta y deleznable.

 

Por imposible perfección se afana

el hombre iluso: y de bregar cansado,

al borde del abismo se amilana.

 

Deja su fe en las ruinas del pasado;

y por la duda el corazón herido;

busca la puerta del sepulcro ansiado.

 

mas antes de caer en el olvido,

va apurando la hiel de un dolor nuevo

sin probar un placer desconocido.

 

Como brota del árbol el renuevo

en las tibias mañanas tropicales

al dulce beso del amante Febo,

 

así las esperanzas, a raudales

germinan en el alma soñadora

al llegar de la vida a los umbrales:

 

Viene la juventud como la aurora,

con su cortejo de galanas flores

que el viento mece y que la luz colora;

 

Y cual turba de pájaros cantores,

los sueños, en confusa algarabía,

despliegan su plumaje de colores.

 

En concurso la suelta fantasía

con el inquieto afán de lo ignorado,

forja el amor que el ánimo extasía.

 

Ya se asoma, ya llega, ya ha pasado;

ya consumió las castas inocencias;

ya evaporó el perfume delicado;

 

ya ni se inquieta el alma por ausencias,

ni en los labios enjutos y ateridos

palpitan amorosas confidencias;

 

ya no se agita el pecho por latidos

del corazón, y al organismo activa

la congoja febril de los sentidos.

 

¡Oh ilusión!, mariposa fugitiva

que surges a la luz de una mirada,

más cariñosa cuanto más furtiva:

 

Pronto tiendes tu vuelo a la ignorada

región en que el espíritu confuso

el vértigo presiente de la nada.

 

Siempre el misterio a la razón se opuso;

el audaz pensamiento el freno tasca

y exámine sucumbe el hombre iluso.

 

Por fin, del mundo en la áspera borrasca

sólo quedan el árbol de la vida

agrio tronco y escuálida hojarasca.

 

Voluble amor, desecha la guarida

en que arrullo promesas de ternura,

y busca en otro corazón cabida.

 

¿Qué deja al hombre al fin? Tedio, amargura,

recuerdos de una sombra pasajera,

quién sabe si de pena o de ventura.

 

Tal vez necesidad de una quimera;

tal vez necesidad de una esperanza,

del dulce alivio de una fe cualquiera.

 

Mientras tanto en incierta lontananza

el indeciso término del viaje,

¡ay!, la razón a comprender no alcanza.

 

¿Y esto es vivir?… En el revuelto oleaje

del mundo, yo no sé ni en lo que creo:

Ven, ¡oh dolor!, Mi espíritu salvaje

te espera como al buitre Prometeo.