Argentina: una historia de drogas, política y futbol

El 13 de agosto de 2008 los empresarios farmacéuticos Sebastián Forza, Damián Ferrón y Leopoldo Bina aparecieron muertos en la ciudad General Rodríguez, en la provincia de Buenos Aires, Argentina.

Según se sabe, los tres personajes estarían involucrados en el tráfico de efedrinas, la sustancia base para la fabricación de metanfetaminas.

Al paso del tiempo, el gobierno argentino detuvo a Cristian Lanatta, Martín Lanatta, Víctor Schilacci y Marcelo Schilacci; presuntos autores intelectuales y materiales del que ahora se conoce crimen triple de General Rodríguez.

Sin embargo, el pasado domingo 29 de diciembre, Martín Lanatta, Cristian Lanatta y Víctor Schillaci huyeron de prisión.

El reporte oficial indica que los ahora prófugos sometieron a los gendarmes con pistolas de juguete y, posteriormente, abandonaron la prisión de máxima seguridad ubicada en la provincia de Buenos Aires.

Al botepronto, pareciera que estamos ante otra fuga espectacular, como la de Joaquín “el Chapo” Guzmán.

No obstante, todo indica que el escándalo es mucho mayor. Que la fuga de los tres asesinos es sólo la punta del iceberg. Que, en realidad, el asunto va más lejos e involucra a políticos de primer nivel.

La historia se remonta a los tiempos en que Néstor Kirchner gobernaba Argentina. Entre 2003 y 2007 –periodo de gobierno de Kirchner–, en aquél país se avaló el libre paso de efedrinas. Es decir que se toleró la importación de la sustancia que permitía fabricar una de las drogas más cotizadas en el mundo.

Evidentemente, la apertura del gobierno de Kirchner llamó la atención de los criminales mexicanos. Al cabo de meses, las redes criminales de nuestro país extendieron sus operaciones al Cono Sur. De acuerdo con reportes periodísticos, entre 2006 y 2008 la importación de efedrina se incrementó como nunca. Mientras que en Argentina el kilo de efedra –que se cultiva en China e India–, se vendía en 100 dólares; en México su valor era de más de 10 mil. Un negocio de gran magnitud.

En su columna del 4 de enero, el periodista Jorge Lanata recordó que entre 2004 y 2005 –en Argentina– se importaron 3 mil 449 kilos del producto. En 2006, la cifra aumentó a casi 7 mil kilos y para 2007, la efedrina importada llegó a los 19 mil 200 kilos.

No está de más recordar que en 2006, el empresario de origen chino, Zhenli Ye Gon, fue señalado por resguardar casi 20 toneladas de efedrinas en una de sus propiedades en Lázaro Cárdenas, Michoacán. Y durante las investigaciones, se descubrió que el responsable de popularizar la frase “o copelas o cuello” tendría vínculos comerciales en Argentina.

Como sea, el relato comienza a tener sentido cuando se toma en cuenta que los tres hombres asesinados en 2008 –Sebastián Forza, Damián Ferrón y Leopoldo Bina–, habrían estado involucrados en el tráfico de esta sustancia. De hecho, se dice que su muerte habría sido la consecuencia de que el negocio de este trío afectaba los intereses de otros importantes “empresarios de la droga”.

Curiosamente, uno de los afectados por las transacciones de los tres de General Rodríguez sería un hombre apodado “la Morsa”. ¿Y quién es la Morsa? Nadie lo sabe con certeza. No obstante, uno de los ahora prófugos, Martín Lanatta, señaló a Anibal Fernández –ex jefe de gabinete de Cristina Fernández–, como el jefe de las redes de importación de efedrina. Es decir, que la mano derecha de la ex presidenta de Argentina podría ser el misterioso personaje.

Pero hay más.

Los ahora prófugos –Lanatta y Schillaci–, habrían desarrollado su carrera criminal en la ciudad de Quilmes –provincia de Buenos Aires–; y de acuerdo a lo que publica Nicolás Wiñazki en su columna de El Clarín, durante la administración anterior, uno de los peores trabajos de supervisión –a través de cámaras de video–, ocurrió en dicha región. O si lo prefiere, que el negocio criminal habría crecido bajo el cobijo de la autoridad.

Lo anterior cobra relevancia cuando se toman en cuenta dos factores:

El primero, que Aníbal Fernández –posiblemente La Morsa–, buscó sin éxito el gobierno de Buenos Aires. ¿Acaso para mantener el control en el centro de operaciones del tráfico de drogas?

El segundo, que no son pocos quienes aseguran que la campaña presidencial de Cristina Fernández en 2007 contó con financiamiento de empresarios farmacéuticos. Es decir, de quienes se beneficiaron con las políticas laxas en la importación de efedrinas. Una vez más, sale a la luz el aparente vínculo entre el gobierno de Fernández y las redes de tráfico de drogas.

En pocas palabras, la comercialización de efedrinas, el arribo de narcos mexicanos a tierras argentinas y el crecimiento exponencial en la fabricación de metanfetaminas no se explicarían sin el apoyo, la impunidad y la complicidad de Cristina Fernández y sus colaboradores más cercanos.

Y si esta historia no lo termina de sorprender, habrá que agregar otro factor relevante en todo esto: el futbol.

Como escribió Osvaldo Pepe en su colaboración en El Clarín, los responsables del tráfico de efedrinas –cercanos a Cristina Fernández–, tendrían el apoyo de grupos de choque; es decir, de golpeadores a sueldo. ¿Y de dónde salían estos matones? En efecto, de las barras de los clubes de futbol.

De hecho, hace horas la policía argentina detuvo a Marcelo Mallo, un líder de las barras del club Quilmes que fue detenido con armas de dudosa procedencia. Anteriormente, Mallo ocupó cargos menores en el gobierno argentino. De acuerdo con lo que publica la prensa de Argentina, el ascenso de Marcelo Mallo estaría vinculado al apoyo brindado por Aníbal Fernández, la supuesta Morsa.

A todas luces, en Argentina se desarrolla un escándalo de proporciones enormes. Acaso lo más llamativo es que se trata de un asunto que involucra a las primeras filas de la anterior administración, que el caso rebasa las fronteras argentinas, que no sólo implica a políticos –también a clubes deportivos– y seguramente seguirá dando de qué hablar en los próximos días. Al tiempo.