Maduro controla medios de comunicación al estilo priista

Nicolás Maduro, recién electo presidente de Venezuela, pero carente de legitimidad internacional, ha emulado al gobierno salinista mexicano, quien en la década de los 90 restringió la distribución del papel, en especial a la prensa opositora del gobierno.

El gobierno de Salinas se “vio obligado” a desaparecer la Productora e Importadora de Papel, SA (PIPSA), –fundada por Lázaro Cárdenas para garantizar la importación, precio y distribución de papel sobre todo para los periódicos–, para usarla como arma por los gobiernos sucesores bajo el argumento: “te portas mal, no te doy papel”.

En los años 30, Lázaro Cárdenas se vio presionado por las quejas de los editores de periódicos en torno a los altos precios del papel, por lo que la fundación de PIPSA era un medio de regulación de los costos de los insumos, y a la vez se establecía un fuerte candado que imposibilitaba la importación.

El crecimiento de los medios se vio favorecido por las nuevas regulaciones del Estado y los medios, pero no fue hasta 60 años después que PIPSA fue tomada como “rehén político” que condicionaba a los medios de comunicación para favorecer al gobierno, y cuyos detractores como La Jornada, fueron los más afectados.

Esta misma fórmula del gobierno priista mexicano, fue utilizada por el gobierno chavista de Maduro, quien le ofreció una “tregua” a los medios de comunicación venezolanos, y les propuso darles una buena dotación de insumos (papel y divisas) a cambio de que se hicieran portavoces de sus políticas económicas.

“A los medios de comunicación les pido especialmente interés en el tema de la paz, la reconciliación, del reencuentro y del debate político. Venezuela tiene que cerrar filas contra las sanciones inmorales e injustas, porque  van contra el país entero”, declaró Maduro.

Sus declaraciones no están muy lejos de las dicho por José López Portillo allá por 1982, cuando amenazó públicamente a los medios de comunicación de retirar su publicidad estatal si hablaban mal de su gobierno, hecho que quedó enmarcado en la memoria mexicana con la frase: “No pago para que me peguen”.