LOS CAPRICHOS DEL EMPEORADOR

Especial

Por definición México es un país democrático y sus mandatarios consecuencia de la voluntad mayoritaria de sus habitantes. En tal virtud, la conducta (por lo menos en apariencia) de sus gobernantes, es apegada a esquemas republicanos y de sencillez.

Andrés Manuel López Obrador en consecuencia, debía ser fiel observante de estos preceptos, pero en contravención a lo que pudiera esperarse de un político militante de un partido de izquierda, no es así.

Si bien López Obrador predica a grito pelado la austeridad republicana y dispone una serie de medidas disparatadas pretendiendo simular sencillez y austeridad, como abandonar la residencia oficial, desaparecer el Estado Mayor, negarse a usar el avión presidencial y algunas otras más, la realidad es muy distinta.

Porque es preciso apuntar que el último inquilino de Palacio Nacional (edificio notoriamente más suntuoso que Los Pinos), fue Porfirio Díaz, que en teoría debería ser la némesis lopezobradorista y no precisamente un modelo a seguir.

Pero las cosas no quedan ahí, porque en otros actos y conductas públicas, López Obrador procede como si fuera un monarca absoluto y no como si fuera un gobernante fruto del voto popular.

Y ello queda perfectamente claro desde que en una de sus acostumbradas conferencias de prensa mañaneras, López Obrador aseguró que sus adversarios ven con agrado el número de víctimas mortales, consecuencia de la pandemia del Covid-19.

Y es que el pésimo manejo de la pandemia realizado por López Obrador y sus encargados del área de salud, es lo que ha dado como consecuencia una cantidad desmesurada de decesos, que no se detiene, sino que va en aumento.

Y eso (la responsabilidad presidencial) no es un tema de política, sino una conjetura hecha a raíz de los resultados y el ascenso imparable del número de contagios y muertes; y nadie en su sano juicio festejaría la cantidad de óbitos, ya que se trata de padres, esposos, hijos, que hacen falta en sus familias y cuya pérdida deja huella sensible en la población de nuestro país.

Así que expresar que el número de fallecimientos es algo que disfrutan los conservadores, enemigos de su régimen, es una expresión fruto de la mente desquiciada del empeorador que por desgracia lleva el mando económico y político de México.

Urge que los mexicanos seamos capaces de poner freno a los excesos y desatinos de un gobernante que es evidente que ha extraviado la cordura y que cada día pone de manifiesto su deplorable condición siquiátrica, antes que determine algo que podamos lamentar.

Es deseable que los mexicanos hagamos a un lado diferencias y podamos sumarnos sin distingo a la causa de deponer el régimen siniestro de la Cuarta trastornación, antes que tengamos motivos reales para arrepentirnos. Urge cerrar filas a la brevedad, toda vez que los procesos electorales se miran ya, a la vuelta de la esquina.

Urge poner fin a los caprichos del empeorador y si fuera posible incluso, emular a los protagonistas de la revolución francesa (que al parecer tanto le gusta) o aplicar la solución que Villa discurrió para poner punto final a sus diferendos con Carranza. Sería, francamente lo ideal.

Dios, Patria y Libertad