Los absurdos del caso Iguala

A horas de que se conozca el resultado final de los peritajes de la Universidad de Innsbruck –que analiza los restos humanos encontrados en el basurero de Cocula, Guerrero–; vale la pena detenerse un momento y exhibir las incongruencias, los absurdos y las sinrazones que rodean el caso Iguala.

Y es que, luego de meses de un pésimo manejo mediático, luego de meses de una actitud timorata y luego de meses de que el gobierno federal recibió golpes y simplemente “puso la otra mejilla”; actualmente es creíble incluso lo increíble.

Por ejemplo, el gobierno federal cesó la relación con el grupo de expertos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos –el llamado GIEI–, no obstante, estos vividores aseguran que se van porque la PGR no cumplió los acuerdos. En otras palabras, que ellos dicen que se van y parecen olvidar que los echaron.

Los mismos peritos extranjeros –que no han sabido explicar qué pasó en Iguala y dónde están los normalistas–, han puesto en duda la explicación de la PGR. No obstante, tampoco han ofrecido una versión más sólida o más convincente.

Estos peritos extranjeros –que vinieron a deslegitimar la labor de la PGR–, arrastran una larga lista de pillerías. Según se ha documentado, varios de ellos tienen cuentas pendientes en sus países de origen y han sido desacreditados en repetidas ocasiones. Aun así, intentan poner en duda las investigaciones del Estado mexicano.

Pero hay más, los padres de los normalistas –quizá los más interesados en que el caso se resuelva–, no han presentado su declaración ante las autoridades correspondientes. Es decir, que muchos han hablado sobre lo ocurrido el 26 de septiembre de 2014 en Iguala, muchos han explicado su versión de lso hechos, muchos han tratado de lavarse las manos pero los padres de los desaparecidos no han ido a declarar.

Y por si lo anterior no resulta suficiente, evidencias recientes sugieren que grupos criminales presionarían a los padres de los normalistas. A pesar de las grabaciones, los padres se niegan a denunciar a los supuestos agresores.

¿Tiene esto alguna lógica?

Evidentemente no. Por un lado, un puñado de vividores han convertido el caos Iguala en la artillería pesada en una cruenta guerra política. Pero por el otro lado, el gobierno ha cometido toda clase de error. Es así que, luego de meses de campañas de descrédito –de unos– e ineficacia –de otros–, incluso lo más absurdo se antoja posible.