El tiempo pasa, rápido o lento, según las circunstancias del sujeto. Del impacto por la necesidad, el interés o el deseo. Hay implícito un querer controlarlo, para disfrutarlo o evitar su daño o dolor.
Los 100 días del gobierno de Trump tienen esa lógica paradójica, para unos que pase muy rápido, para otros, que vaya con la lentitud y paciencia de Job.
La dimensión temporal, en la relación México-EU ha sido intensa. Desde el primer día de este segundo mandato, desde la campaña electoral. Si, México ha sido visto y tratado como esa piñata, en la que se descarga ira y violencia, para romperla y disfrutar de su contenido.
Es el punto de eterno retorno, cuando las cosas no le salen bien al presidente Trump, la salida fácil a sus dificultades, lo mismo en su intento mediador e interventor en la guerra de Rusia contra Ucrania, que en la incapacidad de afectar a China con los exorbitantes aranceles, o en el control y captura de narcodelincuentes, narcoterroristas en su propio territorio; incluso en su estrategia de detención y control de migrantes dentro y fuera de su país, a los que ha causado suficiente desazón acompañada de violación a los derechos humanos más elementales; la caída de los indicadores financieros, comerciales, bursátiles, ha sido estridente, ha afectado a propios y extraños, también ha logrado ganancias para ciertos pescadores en el río revuelto.
Y cuando eso y más, no sale bien o como lo desea el gobierno de Trump, vuelve a la carga contra México.
Ya sea la amenaza de más aranceles, ya sea un inminente ataque a los narcoterroristas mexicanos, ya sea la intervención contra narcopoliticos, ya sean las demandas de agua, de amenazas arancelarias a productos de exportación como el jitomate, el ganado, el aguacate, el limón y muchos más por supuesta intervención de la delincuencia en esos productos.
Desde luego que hay problemas de seguridad en México, también que la presión de EU y Trump, para atenderlos en su interés, ha sido un acicate, sobre todo en inseguridad y fentanilo, en migración y en el control de los productos chinos, han sido tareas que no habían estado en la agenda gubernamental mexicana, sin embargo ello ha cambiado, en un tiempo lento, pero va cambiando. Ha dejado una ruta de corrupción y malas prácticas gubernamentales que atentan contra la seguridad y el desarrollo nacionales, hay consciencia del problema, también dificultades para atenderlo. El enemigo en casa es tan fuerte como la presión externa.
Desde luego que estos 100 días, de Trump para México, han sido de riesgos y amenazas constantes, de desafíos y oportunidades, de avances y retrocesos para el gobierno y la sociedad mexicanos.
La persistencia en sepultar instituciones va en paralelo, menoscabando que son ellas escudo y defensa ante el adversario externo y, desde luego ante los internos.
El tiempo habrá de mostrarnos cuánto de lo hecho fue para mejorar o empeorar. Lo que sí parece una constante es que el acicate de Trump va a continuar y, lamentablemente, México y su gobierno seguirán siendo la piñata que lo tranquilice, mientras no cambie la geopolítica internacional y lo coloque en la ruta de la racionalidad económica y política. México debe construir la solución a estos problemas, el tiempo pasa.