Llegó tarde el “maestro limpio”

Cuando Enrique Ochoa Reza, nuevo presidente del PRI, leía su primer mensaje –y proponía limpiar la casa–, los infaltables ocurrentes espetaron un socarrón: “¡Lo que faltaba… llegó “el Maestro Limpio” al PRI!”, seguido de una carcajada contenida.

Y es que, en efecto, por momentos Ochoa Reza pareció atrapado por el síndrome de “La Chacha”, al invitar al priísmo a dejar el partido “rechinando de limpio” sino a “reaccionar” y “no tapar el sol con un dedo” frente a la corrupción que inunda al PRI. La limpieza, transparencia y combate al cochinero parecen la obsesión del nuevo PRI.

Acaso por eso –y contra la negativa previa de no pocos priístas–, el ex director de la CFE anunció que una de sus primeras acciones al frente del PRI será presentar su declaración “3 de 3”, como ejemplo de transparencia y rendición de cuentas.

Pero no fue todo; en una suerte de “dejavu” –con el mítico discurso de Colosio–, Ochoa dijo que el PRI “tiene que ser garante de la honestidad de sus gobiernos” y capaz de señalar “la corrupción de los gobiernos emanados de nuestras filas”; capaz de exigir “su fiscalización e incluso su destitución”.

La alusión fue directa a los corruptos gobiernos de Veracruz, Quintana Roo y Chihuahua, entre otros, que no solo costaron al tricolor severas derrotas sino un mayor descredito y –sobre todo–, regalaron a los opositores misiles para combatir al tricolor y al gobierno federal.

También por eso, Ochoa Reza anunció diques –las mejores prácticas–, “para impedir el acceso a candidaturas, en todos los niveles de gobierno, de personas que tengan algún antecedente de corrupción”.

Tampoco se quedó en eso. El nuevo jefe del PRI anunció que su partido será vigilante –a través del Sistema Nacional Anticorrupción–, para “señalar y promover el castigo de los actos de corrupción de los otros partidos políticos, sea ese el caso de sus gobernadores en funciones, ex gobernadores, candidatos electos o candidatos en competencia… vigilaremos a los otros partidos por igual”, sentenció el “Maestro Limpio”.

De igual manera Ochoa prometió el “apapacho”. Dijo que si bien “hay que tener un PRI que denuncie actos de corrupción… también debe defender la buena reputación de los militantes y de su partido… porque lo peor es el silencio y la omisión”.

Pero la casa llamada PRI no solo requiere una limpieza a fondo sino que también abrirá sus puertas “a la crítica y la autocrítica; abrirá el espacio de la política partidista a toda la sociedad”, según dijo Ochoa Reza. Y prometió analizar “los errores” cometidos por el PRI el 5 de junio y que lo llevó a escandalosas derrotas.

También prometió cambiar los tiempos de la cultura de “avestruz”; en los que el PRI escondía la cabeza para escapar del debate público y la confrontación” Y es que hoy, según su nuevo líder, “el PRI encabezará el debate, dialogará de frente… para demostrar que nuestras ideas son claras, son buenas y son convincentes”

Por último, prometió “una nueva y moderna relación entre el Gobierno y el partido, donde el Gobierno venga a rendirle cuentas al partido y sea el partido el defensor de la ciudadanía frente al Gobierno… donde funcionarios del Gobierno vayan a los Estados de la República a reunirse con el Partido a informar y a explicar los logros alcanzados y donde el Gobierno esté presente para escuchar las demandas del Partido que reflejen los intereses de la sociedad”.

Sin duda un buen discurso, sin duda buenas intenciones. Pero tampoco hay duda que es casi el mismo mensaje de los últimos cinco o seis presidentes del PRI. ¿Será el bueno?

Por lo pronto, llegó tarde el “Maestro Limpio”.

Al tiempo.

Tomado de Milenio