Vivimos desencuentros entre gobiernos y países, entre grupos de poder legal e ilegal que muestran la pérdida de paz, estabilidad, gobernabilidad y suspensión de actividades cotidianas por la violencia, es al final del camino, la expresión de la guerra. De esa confrontación abierta, por derrotar, conquistar o acabar con un enemigo. Entraña costos altos para la población. Daños directos para los ejércitos que se enfrentan. En la guerra se juega la vida de los contendientes y la sobrevivencia de países, gobiernos y sociedades.
Es menester reflexionar ante los acontecimientos actuales, desde luego la guerra entre Rusia y Ucrania, entre Israel y los grupos terroristas, las guerras comerciales entre EU y China, para mencionar las guerras evidentes. se enfrentan lo mismo en el mar, la tierra, el aire, el espectro radioeléctrico, el ciberespacio y el campo aeroespacial. Las guerras se adjetivan en función del punto predominante, así hemos tenido guerras de conquista, de libertad, guerras grandes, mundiales, regionales o pequeña de incursión unilateral, de trincheras, guerrillas, frías y muy calientes, de distracción, por productos estratégicos, de graneros, industriales, comerciales y muchos adjetivos más, que hacen de la guerra un conflicto extremo.
La amenaza del presidente electo de EU, de aplicar aranceles a los productos de México, si no se aplica a resolver el problema de migrantes en su frontera norte y de paso a su vecino estadounidense, así como el trasiego de drogas, en particular del fentanilo, ha colocado en la práctica una guerra comercial entre ambos países. La presidenta mexicana ha difundido una carta dirigida la presidente Trump, ha expresado las dificultades en los temas mencionados por el presidente Trump; le ha dicho los problemas y beneficios comunes de la relación, ha impulsado el diálogo y el trabajo común para atender los problemas comunes. Veremos en los días por venir, hasta la toma de posesión del presidente Trump, en enero del próximo año, las respuestas entre ambos mandatarios y de sus equipos de trabajo. Vale la pena registrar breves reflexiones legadas por Sun Tzu, Maquiavelo y Clausewitz respecto a la guerra, a la estrategia y a la manera de atender estos conflictos.
Desde luego, con esa tipología camaleónica que le caracteriza, la guerra es la continuación de la política por otros medios, así reza la reconocida afirmación de Karl von Clausewitz.
Es así como tomando el significante de arte de la guerra, encontramos la hermenéutica de una lectoescritura estratégica: El estratega debe someter al enemigo sin luchar, nos dice Sun Tzu. Asesórate con muchos sobre lo que tienes que hacer; lo que decidas hacer, compártelo con pocos, orienta Maquiavelo. Si queremos derrotar a nuestro adversario debemos regular nuestro esfuerzo de acuerdo con su fuerza de resistencia, propone Clausewitz.
La guerra –nos dice Sun Tzu- es un asunto de importancia vital para el Estado, de ahí su intención de racionalizar, planear y ejecutar –tareas de la estrategia en sí- las acciones militares de una forma sencilla, clara y breve. En su tratado guía sistemáticamente y orienta a la acción a generales y gobernantes, a sus lectores, en la forma inteligente de un para sí, para lograr una guerra exitosa y con la victoria indiscutible.
Asume que el estratega hábil o capaz debe someter al enemigo sin luchar, tomar ciudades sin sitiarlas y derrocar al gobernante de un Estado sin ensangrentar las espadas. Pretendía evitar en la guerra la destrucción de personas, ejércitos o ciudades, por ello buscaba como objetivo de su estrategia, la posibilidad de apoderarse de todo, sin tocarlo. Era una batalla por conquistar la mente del adversario, del general a cargo del ejército enemigo, de la batalla con los adversarios. De aquí que previo a todo combate atendía una planificación cuidadosa de los aspectos morales, intelectuales, circunstanciales y militares, del ejército propio y de sus contrincantes. La información obtenida del enemigo, en sus condiciones reales, era fundamental para apoyar las decisiones. Lo que permitía valorar los costos y beneficios económicos de la guerra y sus operaciones militares. Así como identificar los puntos vulnerables y los aspectos que mayor costo tendrían para el enemigo, donde se tendría que atacar.
Un buen general debía conocer las ventajas y desventajas de los aspectos morales, emocionales e intelectuales de sí y de sus generales opositores –a quienes debe saber moldear-, aplicados perfectamente en la organización, maniobras, control, terreno y clima. Así mismo, la planificación de la guerra, llevaba a establecer la (gran) estrategia, con acciones menores pero necesarias, de carácter táctico u operativo, en función de la estrategia misma. Los factores de tiempo y espacio, inscritos en cada aspecto de la estrategia y táctica, en la fórmula planificadora y logística estaban tanto en el detallado plan-mapa, como en el movimiento de cada elemento del campo de batalla. Lo mismo en el reconocimiento del terreno, el patrullaje, la marcha, los campamentos. Era menester la búsqueda de aspectos para vulnerar al enemigo, antes de que el ejército entrase en acción. El engaño es base de la guerra, expresa una aproximación indirecta al enemigo con el fin de sorprenderle. Por lo que las tareas de espionaje y contraespionaje eran permanentes, antes, durante y después de las batallas.
Para Maquiavelo el arte de la guerra es la verdadera ciencia del gobierno. No hay diferencia entre el tiempo de guerra y el tiempo de paz. La paz genera trampas, encubre y hace creer en la estabilidad o tranquilidad de las cosas, que no son. Por eso la guerra, su reflexión y práctica, es la dedicación principesca en la paz. El que no ataca es atacado, esa es la ley de la necesidad de toda estrategia. La fortuna es el reino de la contingencia, es la guerra de los deseos. La lucha deviene el estado natural del hombre, su primera naturaleza animal, instintiva, se oculta en una segunda naturaleza, de politicidad, cubierta de formación y educación, un proceso de mentira y engaño, para ocultar la realidad de los objetivos desnudos de poder. La esencia de la política consiste en la lucha, logra articular el criterio de amigo o enemigo, la unión y separación intensas de una relación, al interior de un Estado o en su relación con otros. El supuesto de la maldad permanente en el hombre, en su naturaleza, es una herencia del maquiavelismo.
Es la guerra una fuerza permanente en la existencia humana. El análisis estratégico de la guerra demanda conocer los elementos y factores fundamentales de la sociedad, la economía, y la política. En el entendido de que existe una dinámica interna en sí, en su estructura, en su relación con otros elementos de la sociedad, que puede alterar o destruir conforme a su impacto y evolución. Desde luego que varían sus aspectos técnicos, el saber militar demanda conocimiento y experiencia determinados. Comprender la naturaleza de la violencia entre los Estados, es una tarea central para revalorar los sentimientos, creencias, formación, evolución, situación del desarrollo y seguridad en los ejércitos y en los pueblos, naciones, gobiernos y Estados.
La guerra, dirá Clausewitz, es “un acto de fuerza y no hay límite lógico para la aplicación de esa fuerza”. No es “la acción de una fuerza viva sobre una masa inerte, ya que una falta total de resistencia provocaría la desaparición de la guerra, sino que se trata del choque de dos fuerzas vivas”. Hay una progresiva escalada, en que ninguna parte controla a la otra. “Un choque de fuerzas que actúan libremente y que no obedecen a otras leyes, sino a las propias”. Asume así la autonomía instrumental del conocimiento y saber de la guerra, sin desprenderla del dominio político, similar a la autonomización de la política maquiaveliana frente a la moral y lo religioso.
Estas breves lecciones sobre la guerra y la acción estratégica son vitales en esta hora de batallas constantes en los distintos escenarios de guerra que vivimos.