Una definición tradicional de la izquierda en el mundo apunta a dos tendencias históricas: la socialdemócrata y la revolucionaria. Hace poco menos de 100 años, ese era el debate entre intelectuales, activistas y políticos.
México no escapó a esa tendencia y la historia de la izquierda es vista con esos lentes ¿Tiene sentido utilizar ese modelo para observar lo que hoy es el Movimiento de Regeneración Nacional?
Del siglo XX al XXI en México participaron política y electoral seis partidos políticos, un frente y dos movimientos considerados de izquierda: Comunista (PC), Socialista Unificado de México (PSUM), Socialista de los Trabajadores (PST), Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional (FCRN), Mexicano Socialista (PMS), de la Revolución Democrática (PRD), de los Trabajadores (PT), Movimiento Ciudadano (MC) y el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA).
Por supuesto que a lo largo de la historia existieron otros como el Partido de los Pobres (PP) o el Partido Revolucionario Obrero Clandestino Unión del Pueblo (PROCUP), pero no tuvieron una participación política electoral significativa.
El PRD fue el instituto político con tendencia de izquierda más longevo en la historia de México (35 años). Recién perdió su registro nacional luego de que en la última década mucha de su militancia emigró al MORENA.
El MORENA tiene apenas once años de vida, pero es el más exitoso instituto político de izquierda al ganar la presidencia de la República en dos ocasiones y tener, actualmente, el control del Congreso de la Unión, la mayoría de los congresos estatales y veinticuatro de los 32 gobiernos estatales.
¿Es el MORENA un movimiento de izquierda? Sí
¿El gobierno de la República es de izquierda? Sería difícil responder que sí.
A lo largo de la historia, la izquierda en México luchó contra el despotismo, la violencia política, la represión, la injusticia social, la marginación, el capitalismo y la falta de democracia (acomódenlos como mejor crean). Y también ejerció el sectarismo, la división interna, la persecución, el totalitarismo, el autoritarismo, la violencia y la intolerancia.
El MORENA es heredero de muchas virtudes de la izquierda, pero también de demasiados de sus vicios. Hoy podemos verlo claramente. El problema es que ahora está en el punto más alto del control político, legislativo y, seguramente judicial.
El último gobierno del de la Revolución Democrática en la Ciudad de México exhibió cómo puede la izquierda ser frívola, incoherente, sin brújula e incluir a cuadros políticos ajenos a su herencia social y política. La última versión del PRD también advirtió una nueva tendencia: la corrupción.
Quizá por eso, la presidenta de la República intenta que las bases de su administración tengan como pilar el combate a la corrupción. Ya lo buscó Enrique Peña Nieto con resultados desastrosos; también Andrés Manuel López Obrador, pero Segalmex y Birmex, por ejemplo, demuestran que tampoco lo logró.
Una tendencia clásica para evitar que la corrupción sea pan (con minúsculas) de todos los días, es tratar de centralizar la toma de decisiones, el control de los procesos de compras, licitaciones, etcétera. Y hacia allá apuntan muchas de sus reformas: tener el control, centralizar las decisiones.
La construcción de un Estado como agente económico, interventor y eje articulador al exceso, empuja tendencias que la presidenta de la República parece no advertir: algunas de las reformas aprobadas definen intenciones autoritarias. Por ejemplo:
1.- Depositar tantas responsabilidades, y expectativas, en la Agencia de Transformación Digital de México, y
2.- Algunos artículos de la Ley de Telecomunicaciones (propuesta por la Agencia) que se analiza en el Senado de la República y la intención de la mayoría de la Cuarta Transformación en el Congreso de la Unión para simular que hay una discusión abierta y diálogo para revisar y modificar lo que podría afectar al interés de las mayorías.
En la Ley, la Agencia de Transformación Digital toma el papel de censor pues el Artículo 109 señala:
“Las autoridades competentes podrán solicitar la colaboración de la Agencia para el bloqueo temporal a una Plataforma Digital, en los casos en que sea procedente por incumplimiento o disposiciones u obligaciones previstas en las respectivas normativas que les sean aplicables.
La Agencia emitirá los Lineamientos que regulen el procedimiento de bloqueo a una Plataforma Digital”.
La presidenta de la República informó, tras los reclamos de diversos grupos de la sociedad y del sector de telecomunicaciones: “En ningún momento estamos planteando la censura, pues sí estamos en contra de la censura. Entonces hay una redacción ahí que tiene que ver con plataformas digitales, en todo caso hay que corregir la propia redacción” (El Universal, 24/04/25).
¿Nadie le dijo, le platicó cómo iría la ley? ¿El titular de la Agencia no le comentó que incluirían esa propuesta o no lo advirtió la Secretaria de Gobernación?
¿Fue un “conejo de pascua” que el titular de la Agencia incluyó para ver si “pegaba”?
Esto, aquí –y más en China- define una tendencia autoritaria del gobierno de la República.
Apenas ayer, jueves 15, el Senador Javier Corral afirmó “… Estamos haciendo ajustes a quizá 10 o 12 artículos, haremos ajustes. No, no, la iniciativa se conservará en su parte integral y en sus objetivos fundamentales”.
La pregunta al Senador es: ¿no pueden modificarlo ya, en Comisiones, o van a esperar la discusión en el Pleno y aprovechar toda la fuerza de sus votos y comprobar que el parlamento abierto fue solamente simulación?
El objetivo fundamental de la Ley de Telecomunicaciones es el control absoluto del sector y la probabilidad de utilizarlo cuando las cosas nos les gusten o les perjudiquen. Eso se llama autoritarismo.
Sí la presidenta de la República no atiende lo que puede venir con la Ley de Telecomunicaciones convertirá al Estado mexicano en uno de izquierda, pero no demócrata y respetuosa de los derechos básicos; será un Estado autoritario de izquierda, el Estado autoritario del que acusaron, con pocos fundamentos, a Andrés Manuel López Obrador.
La izquierda del MORENA, puede dilapidar su intención demócrata y perder legitimidad, en menos tiempo que lo hizo el de la Revolución Democrática, y dar vida a una izquierda autoritaria en pleno siglo XXI, si no hay modificaciones a la Ley de Telecomunicaciones. Ya tendríamos una definición clara del rumbo que tomaría la República.