El lugar se ha vuelto simbólico, en la búsqueda de personas desaparecidas, desaparición forzada, acciones de barbarie contra jóvenes, en donde la tragedia se muestra tal cual, en donde confluyen acciones delictivas, de grupos y organizaciones criminales, vinculados al CJNG y de graves omisiones y colusiones de los tres niveles de gobierno.
Una telaraña compleja, una serie de redes, de engaños, corrupción e impunidad, de tejido cuidadoso, con tiempo para capturar víctimas, diseñar tareas oprobiosas de adiestramiento y adoctrinamiento, desechando libertad y dignidad, sumando lugares y rutas para un destino de horror y muerte, eso revela Teuchitlán, Jalisco.
Ha sido un grupo de madres buscadoras, las que han difundido, junto con medios de comunicación nacionales e internacionales y de las redes sociales, este hallazgo de terror, en donde se retenían a personas jóvenes que, bajo el engaño de una oportunidad de trabajo, eran trasladadas de diversas partes del país al rancho Izaguirre, para ser carne de cañón.
La preparación consistía en un reclutamiento y preparación, para actuar como parte de la delincuencia organizada, para formar filas de futuros elementos, de vigilancia, halcones, o de choque, sicariato, o de enfrentamiento abierto, para defender o conquistar una plaza controlada por un grupo criminal.
Son narraciones hechas públicas de quienes pudieron escapar de ese infierno o de quienes dirigían la organización de esos centros de reclutamiento, confinamiento y muerte.
Desde luego, que la autoridad ha acudido, debe actuar para explicar y detener a los implicados en estos múltiples delitos, procesarlos, juzgarlos y castigarlos, evitar impunidad y mostrar lo que ha ocurrido y cómo es que ha ocurrido, para resolver el caso y evitar nuevas tragedias.
No hay tiempo disponible, es un caso de urgencia e interés público, que atenta contra la humanidad y la sociedad, que socava la seguridad pública y nacional y atrofia las posibilidades de desarrollo, de tranquilidad social.
La investigación debe ser profunda, clara y precisa, establecer conclusiones reales que identifiquen pormenorizadamente a los actores de esta tragedia. Adecuar un mando y un centro de control de operaciones coordinado.
Lastiman las confusiones, dispersiones y deslindes de responsabilidades de las instancias de gobierno, las diferencias y lentitud de las fiscalías para coordinarse y dar resultados, el uso de la inteligencia del estado sin que logre llegar al fondo de la cuestión, las operaciones que no calan en la identificación y detención de todos los responsables, que muestran lentitud en la guardia nacional y las policías que agravian, a víctimas y familiares.
La pretensión de ocultar los hechos o de torcer la investigación misma, o de realizar las acciones con lentitud, sólo beneficia a los delincuentes, genera dudas y suspicacias, de posibles complicidades con quienes han realizado esta barbarie. Deslegitima al gobierno ante una sociedad que todavía desea creer en él.
Hay estructuras y procesos en acción, lo que no se miran son resultados, claros y precisos sobre los responsables. Hay entrampamientos en narrativas, que parecen contradecirse, que detienen los avances de la investigación misma, que muestran intereses aviesos, que no buscan la verdad.
El tiempo pasa y la sociedad se cansa. Hay asociaciones terribles en el imaginario social, que muestran los hechos de Teuchitlán, Jalisco., con la analogía lastimera y costosa de la tragedia de Ayotzinapa, con el temor de que no tenga solución, y simplemente sea utilizado para lucrar política y socialmente.
La investigación científica del caso debe prevalecer para esclarecerlo, escuchar a quienes redescubrieron la telaraña y explicar el modus operandi de los delincuentes que intervinieron, diseñaron y operaron esta trágica red de barbarie.