En la vida política, la historia ha sido maestra de vida. Los autores clásicos de la política, con sus reflexiones, nos muestran rutas para la comprensión de la realidad existente. La manera en que leen y escriben las situaciones sociales y políticas, nos permite recrear y reconstruir fórmulas de conocimiento, educación y aprendizaje, para revalorar el pasado, reconocer el presente y construir futuros.
Desde luego, no hay una repetición mecánica de hechos o situaciones pasados, que deban trasladarse en su aplicación comprensiva al presente.
Hay un saber político acumulado que nos brinda referencias cercanas a distintos hechos. Que aprovechamos para describir la complejidad de los hechos relevantes y buscar las formas que resuelvan y atiendan lo que falta o sobra de aquellos conflictos que afectan a la sociedad.
De ahí la búsqueda del mejor gobierno, de las características del gobernante, de los colaboradores del que manda, de los requerimientos del que es mandado, de las formas rígidas o flexibles del comportamiento político.
De la utilización del conocimiento, la experiencia, la imaginación en el arte y ciencia de la política.
Desde luego que el panteón de los clásicos políticos es amplio y variable, hay para todos los gustos, necesidades, intereses y deseos.
Desde Platón y Aristóteles, San Agustín y Santo Tomás, Maquiavelo y Hobbes, Locke y Kant, Hegel, Montesquieu y Rousseau, Marx, Weber y Freud, Horkheimer, Adorno, Marcuse y Arendt y muchísimos más que caminan junto a estos clásicos del pensamiento político.
Así se han construido caminos metodológicos, objetos de estudio, así hemos reconstruido la política, el poder, el estado y las políticas públicas.
Todo gobernante tiene premisas axiológicas y ontológicas, en función de sus intereses, capacidades y recursos disponibles, del grupo de colaboradores; que se expresan en la racionalidad de fines y medios, la forma de abordar los tópicos, la retrospectiva y prospectiva, los actores y factores, lo internacional y nacional, la seguridad y la libertad y, claro, desde un tiempo fatal.
Así se constituye la razón de estado, el interés nacional y el desarrollo y seguridad de la nación. Son brújula que orienta en la tormenta y conduce a puerto seguro.
Hoy, en las crisis que vivimos, requerimos de los clásicos de la política. Si bien el tomador de decisiones no siempre cuenta con la temporalidad para una lectura o escritura necesarias, debe escudriñar en sus propias lecturas, en sus asesores y colaboradores, en quienes puedan aportar un saber político necesario para decidir las acciones fundamentales. En ocasiones no se sabe conciliar el saber con el poder, la complejidad del individuo es tanta como el mundo en que vive. No es un camino fácil, pero tampoco imposible.
La historia de la política nos ha facilitado la comprensión del ejercicio del poder, de la aplicación de la ley, y de la asunción de responsabilidades y compromisos para consigo mismo y para con los otros.
Las tentaciones del poder son muchas veces irresistibles, por ello los clásicos enseñan a pensar y actuar con prudencia, paciencia y persistencia.