La imaginación: el único límite para las perversiones y excentricidades

A finales de la década de 1980, la escritor española Almudena Grandes se consagró con la novela Las Edades de Lulú que en 1990 fue llevada al cine por el director Bigas Luna.

La historia se centra en Lulú, quien a los quince años se enamora de Pablo, un maestro de universidad y amigo de su hermano que la inicia en las experiencias sexuales más exóticas que una chica de su edad pudiera tener.

De este modo pasan los años, y la pareja de amantes atraviesa por el mundo de la experimentación sexual en el que realizan sus fantasías más atrevidas.

A los 30 años Lulú se siente insatisfecha con lo vivido y recurre a otro tipo de prácticas sexuales, como tríos, sexo de pareja, sexo con travestis, orgías y masoquismo.

Pablo, por su parte, la acompaña en algunas situaciones; sin embargo algo demasiado retorcido ocurre entre ambos y Lulú lo abandona.

Más tarde ambos volverán a estar juntos, porque son el uno para el otro, y de este modo olvidarán el desenfreno sexual y se enfocarán en restaurar su relación.

Resulta curioso cómo esta historia nos demuestra que las perversiones humanas pueden no tener límites, y no sólo en el ámbito sexual, sino en muchos otros.

Por ejemplo, apenas hace unos días se dio a conocer que en Florida, Estados Unidos, el empresario Geronimos Dimitrelos adquirió hace algún tiempo en una subasta pública un correccional ubicado en el condado de Indian River, el cual fue clausurado por falta de recursos, en 2012.

De este modo, el propietario por sugerencia de un amigo decidió publicar un anuncio en internet invitando a las personas a alojarse en la prisión a cambio cien dólares por noche, y de acuerdo con su testimonio, recibió muchas solicitudes para vivir la experiencia de “estar recluido”.

Hasta el momento ninguna ha sido aceptada debido a que el lugar no está completamente listo para recibir a los visitantes; sin embargo, Dimitrelos considera que en algún tiempo el hecho podrá ser una realidad.

Con la novela de Almudena Grandes, Las Edades de Lulú, nos damos cuenta de que hay tantas perversiones como la imaginación de cada uno lo permita.

Con el caso de la oferta turística en Florida confirmamos la premisa de la novela y deducimos que habrá miles de personas interesadas en vivir un día como un preso simplemente por el placer… ¿Usted es de esos? ¿Usted se pagaría por ser un reo?