Cuando un bebé nace, la atención de los padres se dirige de tiempo completo hacia él. La madre se dedica a cuidarlo, alimentarlo y protegerlo de cualquier peligro pues es un ser “indefenso”. Por su parte, la función del padre es contener y apoyar a la madre ante los cambios que representan la llegada de un bebé.
Pero, conforme el hijo va creciendo, ¿qué tipo de cuidados y protección se le debe de brindar?, ¿cuál seria la dosis suficiente de cuidados para ser unos padres lo suficientemente buenos?
Proteger a un hijo significa brindarle cuidados, enseñanzas y un afecto enriquecedor que faciliten su desarrollo así como salvaguardar su seguridad física y emocional. Sobreproteger es cuando dicha protección se torna excesiva, hasta el punto de que la responsabilidad y el temor a que le pase algo al hijo lleva a los padres a hacer las cosas que los niños pueden hacer por ellos mismos.
Cuando los padres están convencidos por miedo o por control o porque tienen la creencia de que la educación debe ser de esta manera, inician a pensar, decidir y hacer por sus hijos, quitándoles así la oportunidad de desarrollar habilidades vitales para su crecimiento.
La sobreprotección inhibe el incremento de habilidades tales como: de solución de problemas, de generación de alternativas, de empatía, autonomía, del auto-cuidado, a reconocer y defender su deseo, entre muchas otras. Generando así niños inseguros, dependientes, con imposibilidad de aprender de sus errores, baja tolerancia a frustración y no poder identificar lo que les gusta o no les gusta.
Ejerciendo la sobreprotección, los padres pueden llegar a sentirse más tranquilos, confiados en que a los hijos no les pasará nada malo porque ellos les controlan todo incluso hasta su pensamiento tratándolos como objetos de su propiedad.
Ser padres lo suficientemente buenos significa enseñar a los hijos a resolver sus propios problemas, fomentar su autonomía estimulando que él se encargue de sus cosas de acuerdo a su edad como arreglar su cuarto, encargarse de alguna tarea específica en casa, hacerse responsable de sus objetos, de su mascota.
Enseñarle a hacerse responsable de sus errores y aprender de ellos, hacerle sentir que aunque se equivoque, sus padres siempre lo van a querer.
Al final de cuentas, enseñar al hijo a pescar en lugar de darle el pescado, formará hijos seguros de sí mismos, con una alta autoestima, libres e independientes.
Por: Psic. Ma Elena Salazar P.