Hace unos momentos, el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos y el líder de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), Rodrigo Londoño, alias “Timochenko” firmaron en la Cartagena de Indias un histórico acuerdo que podría poner fin un conflicto armado de 52 años de duración y que dejó más de 220 mil muertos, más de 25 mil desaparecidos, más de 27 mil secuestrados y millones de desplazamientos forzados.
En un evento al que asistió el presidente de México, Enrique Peña Nieto, así como los mandatarios de Chile, Michelle Bachelet; de Cuba, Raúl Castro; de Venezuela, Nicolás Maduro; de Perú, Pedro Pablo Kuczynski; y el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, entre otros líderes, Santos y “Timochenko” se estrecharon la mano y firmaron el acuerdo con el “balígrafo”, una bala de ametralladora convertida en bolígrafo.
La firma de este acuerdo se da luego de que el pasado 23 de junio los negociadores del gobierno colombiano, Humberto de la Calle, y de las FARC, Iván Márquez pactaran de forma bilateral el cese al fuego y la deposición de las armas por parte de los rebeldes.
En el evento, el presidente Santos invitó a su pueblo a imaginar “una Colombia sin conflictos”. Además, mencionó que esta podría ser la mejor, o quizá la única oportunidad de poner fin al conflicto.
Por su parte, el líder de las FARC aseguró que el movimiento apostará por la vía política.
No obstante, aún falta que el pueblo colombiano dé el paso definitivo para asegurar la paz: el próximo domingo 2 de octubre se llevará a cabo un plebiscito en el que los ciudadanos deberán decidir si aceptan o no el acuerdo. Y aunque la mayoría de las encuestas pronostican que el pacto se ratificará, también hay detractores; este mismo lunes, el expresidente Álvaro uribe encabezó una protesta en contra de la firma de paz.
Por otro lado, los expertos apuntan que el futuro es complejo, pues el acuerdo incluye arreglos como la repartición de tierras para campesinos pobres, una amnistía para los guerrilleros, la conversión de las FARC a un partido político, el proceso de desarme —supervisado por la ONU— de más de 7 mil guerrilleros en un periodo de seis meses, y la reinserción en sociedad de los combatientes.
Pero incluso con todos estos retos por delante, Colombia dio el primer paso para liberar a su pueblo de la guerrilla, el terrorismo y la violencia.