EU, sin piloto en la tempestad

Especial

Donald Trump está abocado, de tiempo completo, a sabotear la elección presidencial y despedir funcionarios que le fallaron en su asalto a la democracia.

Ha sucedido lo que nunca habíamos visto desde que nacimos.

El barco más poderoso del mundo, Estados Unidos, deambula a la deriva, sin capitán, en medio de la peor tempestad sanitaria y política en más de un siglo.

Imposible que ello ocurra sin consecuencias internas y para el resto de los países, especialmente para México.

Pasamos de 90 mil contagiados de Covid por día, antes de la elección (lo que de por sí era una barbaridad), a 152 mil diarios esta semana.

Morían alrededor de 900 personas cada día hasta antes del 3 de noviembre, y ahora mueren mil 100 contagiados en 24 horas.

Al presidente no le aflige ni le acongoja. Está ocupado en su único tema: él.

En su lucha por conservar el puesto, Trump ha sumado una crisis política a la crisis sanitaria.

Ayer envió mensajes vía Twitter para desacreditar el resultado de los comicios y afirmó, sin pruebas, que votos acreditados a Biden en Pensilvania le correspondían a él.

Son malas noticias para Estados Unidos, y pésimas para México.

Mientras aquí no se controle la pandemia, no habrá recuperación económica duradera en este país.

Y si le va mal a Estados Unidos, le va mal a México.

Peor aún: el presidente y su falta de convicción democrática ha ido hundiendo a su país en una crisis política nunca antes vista.

Y no es descabellado un escenario inédito el próximo 20 de enero: agentes del Servicio Secreto sacando a Trump de la Casa Blanca.

De aquí a ese día Donald Trump seguirá siendo el presidente de Estados Unidos. Conservará el poder que da ser el jefe de la potencia más poderosa de la Tierra.

¿Qué hará Trump en estos dos meses y días que le restan al frente de la presidencia?

Destruir. No hay otro punto en su agenda. Que se mueran los que sea en la pandemia que azota a la Unión Americana, con mayor fuerza que al resto del mundo.

La economía lo va a resentir, si Trump dramatiza y prolonga los estertores de su agonía política.

No es un berrinche sin consecuencias de un mal perdedor, pues desde la Casa Blanca ha boicoteado la transición del gobierno que, le guste o no, entrará en funciones el 20 de enero.

Todo eso, en el centro de una tragedia sanitaria, con mil cien muertos diarios.

Cuando se elige presidente, el encargado de Servicios Generales del gobierno firma un memorándum que da acceso al equipo entrante a oficinas, equipos y funcionarios, para hacer el relevo ordenado de la administración.

La jefa de esa oficina, Emily Murphy, se ha negado a firmar el documento.

Mike Pompeo, secretario de Estado, dijo que habrá una transición tranquila y sin sobresaltos de la administración Trump… a la administración Trump.

Desde luego que hay crisis política, y no se va a resolver en unos días. La economía lo va a notar, porque detrás de esos desplantes autoritarios está el veneno de la incertidumbre.

Un populista autoritario jamás admite una derrota.

Los que creen en la democracia, y no sólo la usan como escalera para alcanzar el poder, reconocen cuando pierden, pues esa es la regla básica del sistema.

Como recordó ayer Nicholas Kristof, en The New York Times, cuando Barak Obama rebasó los 270 votos electorales en noviembre de 2008, el republicano que resultó perdedor en esa ocasión, John McCain, dijo: “Insto a todos los estadounidenses que se unan a mí, no sólo para felicitarlo, sino para ofrecerle a nuestro próximo presidente nuestra voluntad y nuestro sincero esfuerzo para encontrar formas de unirnos”.

Hillary Clinton, al perder ante su acérrimo rival, dijo de inmediato: “Donald Trump será nuestro presidente. Le debemos mente abierta y la oportunidad de dirigir”.

Al Gore, en 2000, cuando cayó por 535 votos en Florida ante George W. Bush: “Hago un llamado a todos los estadounidenses, particularmente a los que estuvieron con nosotros, a unirnos detrás de nuestro próximo presidente”.

Ahora que Biden rebasó con mucho los 270 votos electorales necesarios para convertirse en el próximo presidente, y derrotó por 5 millones de votos a Donald Trump, éste grita fraude, llama a resistir, atenta contra el sistema electoral, sabotea el proceso de transición y se atrinchera en la Casa Blanca.

Imposible esperar una respuesta democrática de quien no es un demócrata.

Los olmos no dan peras.

Mientras, miles de estadounidenses mueren cada día por una pandemia sin control y que a su presidente le importa un rábano.