ESTUPIDECES PRESIDENCIALES

La estupidez es un factor determinante de la historia
Raymond Aron

Leer objetivamente el momento que vive una nación, percibir la cruda realidad y tomar las decisiones oportunas y eficaces constituye la más importante habilidad del político. Desafortunadamente, no ha sido frecuente en nuestros presidentes. Por soberbia, frivolidad, autoritarismo –y agréguele las más variadas carencias– han cometido enormes equivocaciones ocasionando males inconmensurables al pueblo de México. Van algunos ejemplos.

Gustavo Díaz Ordaz subestimó desde los inicios el movimiento estudiantil; creyó que iba a declinar con el tiempo. Prevaleció la idea de reprimirlo violentamente cuando ya amenazaba las olimpiadas.

Con Luis Echeverría vino la represión de Los Halcones a los estudiantes en junio de 1971. Consecuencia: el gobierno mexicano perdió la autoridad moral para preservar el orden, teniendo el monopolio de la violencia legal. En mayo de 1973, Echeverría pronunció, a raíz de la renuncia de Hugo B. Margáin como secretario de Hacienda, las fatídicas palabras: “Las finanzas se manejan desde Los Pinos”. Ahí se inició la devaluación del peso aunque viniera a manifestarse hasta 1976.

José López Portillo cometió tres grandes insensateces: al afirmar que teníamos que “acostumbrarnos a administrar la abundancia”, se petrolizaron las finanzas públicas; la pérdida de mercados al decidir subir el precio del petróleo en 1981, y la expropiación de la banca en 1982. Consecuencias: la crisis económica más grave de todo el siglo XX.

Miguel de la Madrid, ante el pasmo sufrido por el temblor de 1985, decide expropiar edificios, en medio de una enorme confusión y sin ningún criterio. Consecuencia: fuga de capitales y mayor devaluación.

Carlos Salinas de Gortari, con su famosa expresión “ni los veo ni los oigo”, concentró enorme poder. Consecuencia: interrupción del avance democrático iniciado en 1977 con la reforma política.

Ernesto Zedillo cometió el “error de diciembre”, al no ratificar a Pedro Aspe como secretario de Hacienda. Consecuencia: una profunda crisis económica que le llevó todo su sexenio corregir.

Vicente Fox despojó a la presidencia del poder sobre los gobernadores, provocando el surgimiento de caciques que, sin contrapeso, incurrieron en tremendas irregularidades en todos los órdenes. Consecuencia: finanzas estatales seriamente comprometidas, graves problemas de gobernabilidad y retroceso en nuestra transición democrática.

Felipe Calderón, en los primeros días de su gobierno, sin un plan previo, moviliza al Ejército para combatir el crimen organizado. Consecuencia: una ola de violencia a la que no se le ve fin.

Enrique Peña gobernó con una enorme corrupción e impunidad, debilitando aún más todas nuestras instituciones. Consecuencia: un mayor resquebrajamiento de nuestro Estado de derecho.

López Obrador, con apenas unos cuantos días en el poder, entre otras insensateces, suspende el aeropuerto de Texcoco, crea la figura inconstitucional de los delegados, pretende crear una guardia nacional militarizada, anuncia cuantiosos regalos de dinero, suspende la reforma educativa y duda de la energética. Consecuencias: un gran desorden en la administración pública, secuelas impredecibles y, por lo tanto, incertidumbre y miedo.

Dos pensamientos finales. El magistrado religioso Bousset dijo: “Dios se ríe de los hombres que se quejan de las consecuencias al mismo tiempo que consienten sus causas”. El político español José Calvo Sotelo escribió: “Las aguas represadas se sueltan en torbellino cuando rompen la esclusa”. Sin comentarios

PD. Con enorme dolor, le manifiesto a mis paisanos chiapanecos mi profundo pésame por el artero asesinato de un gran luchador social, magnífico ser humano y extraordinario amigo, Sinar Corzo Esquinca.