¿Es sostenible la estrategia de Anaya?

Toda planeación estratégica eficaz debe iniciar por las fortalezas y debilidades propias y de los actores involucrados, con el fin de potenciar las primeras y superar o al menos cubrir las segundas. Lo anterior pasa necesariamente por significar algo definido ante un público en términos de imagen y mensaje.

Otro paso importante es definir claramente no solo a los aliados y opositores, sino a aquellas personas que podrían caer potencialmente en alguna de estas categorías. La desatención de estos detalles puede convertir en enemigos a neutrales o incluso a amigos.

Finalmente hay que tener en cuenta al mayor detalle posible tanto las técnicas de arranque  como sus efectos, especialmente tomando en cuenta públicos a los que se dirigirá una campaña electoral, para el caso que nos ocupa. Un error en alguno de estos pasos suele ser la diferencia entre la victoria y la derrota.

Ricardo Anaya pasó de ser en pocos meses de una jóven promesa de la política al candidato del PAN y del PRD a la presidencia de la República. Sin duda ha mostrado una gran habilidad para manipular partidos que, al final de cuentas, están formados por oligarquías cerradas y cuya única fuerza consiste en controlar las carreras políticas de sus miembros gracias a la no reelección.

Sin duda es un cortesano más que apto , pero ¿implica esto que sería un presidenciable sólido o un gobernante eficaz? Hay varias señales de alarma que podrían mostrar lo contrario.

¿Que representa Ricardo Anaya? Todavía no tenemos idea, más allá de que habla inglés y francés, odia al PRI y cree en la familia. Mientras una tarea básica en toda campaña es diseñar desde el inicio una narrativa  para un candidato donde defina quien es, por qué ambiciona ganar y que haría con el cargo, sus propuestas apenas llaman la atención y en el caso de cambio de régimen y el gobierno de coalición, están basadas en la charlatanería y la incomprensión de arreglos institucionales.

Este problema se agrava cuando Anaya incluso ha evitado toda referencia a la historia, valores y próceres de su partido, Acción Nacional. Es más, al momento ante su más reciente acusación de corrupción, prefirió tener junto a sí al hijo de Luis Donaldo Colosio que referirse a panistas con una talla moral más sólida como Gómez Mont, Christlieb Ibarrola o Luis H. Alvarez, entre muchos otros.

La explicación de lo anterior, dirían algunos, es que el candidato ha traicionado a todo el mundo, lo cual sería un indicador de su poca capacidad para tejer aliados más allá de su círculo íntimo y veremos más adelante la veracidad o no de esa acusación. Sin embargo el desdibujamiento de su partido no ha significado que su imagen o discurso sean sólidos, sino todo lo contrario: no hay un candidato firme más allá de los ataques del PRI que pueden ser redituables en el corto plazo.

Finalmente su capacidad para manejo de crisis es pobre. No respondió a las acusaciones por lavado de dinero sino después de una semana y con un comunicado demasiado largo para mantener la atención de público en general. Ha roto más con el PRI, lo cual, llevaría de ganar, a un ambiente tenso en el congreso donde su Coalición no tendría mayoría.

Más allá de eso, optar por la victimización no es una buena idea. Supongamos que con esta jugada logre dejar atrás a Meade: aun así estaría frente a la víctima más convincente del sistema político mexicano. Si quisiéramos ponerlo en títulos de película sería Ricky Ricon, el pobre niño rico frente a Peje el Toro es inocente. En un duelo de víctimas, ganará el más creíble.

¿Podrá Anaya superar estos defectos, de los cuales varios provienen de una mala planeación estratégica?. Seguiremos informando.

Artículo de Fernando Dworak