En México hemos sido testigos en los últimos meses de diversas movilizaciones en gran parte del país a razón del rechazo de la iniciativa presidencial de Enrique Peña Nieto que propone legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo.
Estas marchas han sido convocadas en su mayoría por organizaciones como el Frente Nacional por la Familia y son aprobadas por miembros de la Arquidiócesis Primada de México, y han hecho notar entre muchas otras cosas, la fuerza del sector conservador y la doble moral de nuestro país.
Sin embargo, estas medidas no sólo ocurren en México, el país surreal por excelencia. El pasado domingo se celebraron distintas marchas en París, en contra de los vientres de alquiler, las técnicas de reproducción asistida o fecundación artificial y en contra de la ley que permite el matrimonio igualitario.
La movilización fue realizada por casi 24 mil personas que defienden del modelo tradicional de la familia y buscan influir en el debate político del país antes de la elección presidencial.
Es difícil de creer que París, una capital moderna y conocida mundialmente por su apertura en temas como la libertad y la diversidad sexual, en la actualidad siga permeando esa intolerancia que se asemeja mucho con la situación de México.
