Arquidiócesis lanza piedra a la inseguridad, ¿Está libre de pecado?

Ya es una costumbre que durante sus ceremonias y —sobre todo— a través de sus publicaciones, la iglesia católica y sus jerarcas expresen opiniones acerca de los asuntos de la vida pública del país y defiendan sus valores y su sistema de creencias.

Por desgracia, lo que no es común es que la Iglesia asuma se asuma como corresponsable de los problemas del país.

Este fin de semana, la Arquidiócesis Primada de México publicó en su semanario Desde la Fe un editorial titulado “Seguridad en punto muerto”, en el que critica que afirma que el país “está en llamas” a causa de la inseguridad. El texto —basado en datos de la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción de la Seguridad Pública (Envipe)—, critica la actitud de los funcionarios públicos que hacen “oídos sordos” ante las exigencias de la ciudadanía y niegan el repunte de la violencia para “fortalecer popularidades ante eventuales candidaturas”.

Además, en la homilía de la misa dominical en la Catedral Metropolitana, el cardenal Norberto Rivera mencionó que la convivencia social está en riesgo a causa de “las tinieblas del narcotráfico y la violencia”. Asimismo, atribuyó estos y otros males —como la discriminación, la drogadicción y la destrucción de la naturaleza— a la “pérdida del “sentido de dios”, y afirmó que estas situaciones son el reflejo de la corrupción.

Y sí, los problemas de inseguridad en todo el país son innegables; es cierto que muchos funcionarios públicos buscan manipular cifras y estadísticas para maquillar sus gestiones, y que muchos de estos problemas derivan de la corrupción del sistema político. Pero, ¿Acaso la Iglesia no es partícipe de los problemas de violencia, inseguridad y corrupción?

Así como es común saber de políticos coludidos con el crimen organizado, también son del dominio público las relaciones entre algunos clérigos y narcotraficantes. Escenas de curas casando a criminales, bautizando sus hijos y bendiciendo sus armas o propiedades forman parte del “folclor” del  narco.

Entonces, ¿No hay corrupción al interior de la Iglesia? ¿No hacen los jerarcas “oídos sordos” ante las reivindicaciones de una parte de la sociedad civil que defiende su derecho a la diversidad sexual y a los feminicidios? ¿Acaso calificativos como “dictadura gay” y “totalitarismo” no incitan a la violencia?

Para muchos, el valor de toda crítica constructiva hacia el entorno palidece ante el silencio, la complacencia, la complicidad y el ocultamiento de los problemas en el interior. Como dicen, quien esté libre de pecado, que aviente la primera piedra.