“EL SUEÑO DE LA RAZÓN PRODUCE MONSTRUOS” Y VAYA QUE LO HACE…

Especial
Bien decía Goya que el sueño de la razón produce monstruos. Cuando nuestra razón duerme y empezamos a actuar por guiados por las emociones, los resultados son, casi siempre, desastrosos.
Si la razón de alguien cayó en un sueño profundo y está gobernado por su estomago, poco podemos hacer. Es como si hablamos en español a alguien que solamente entiende arameo. Cuando el estómago toma el control, es inútil tratar de usar datos, cifras, estadísticas o cualquier argumento, por sólido que sea.
Es curioso que para ciertas cosas una persona pueda actuar de forma perfectamente racional y para otras, permita que su razón duerma profundamente. Hace años, Alma, gerente de recursos humanos en una empresa de buen tamaño, y que frecuentemente era quien daba la última palabra sobre las contrataciones, por su buen juicio, se enamoró perdidamente de un tipo “fantástico”, pero que tenía un “detallito”: estaba casado.
La relación continuó pero ella resentía el tiempo que no estaba a su lado. Le deprimía no poder compartir la Navidad, Año Nuevo y vacaciones de Semana Santa con él. Tampoco soportaba mantener la relación en secreto y vivir con el miedo de que alguien los encontrara cuando iban a cenar o al cine.
Preocupadas por verla tan triste, un par de amigas y yo la hicimos comparar la decisión de seguir en esa relación con las decisiones de contratación que tomaba todos los días en su empresa.
¿Contratarías a un candidato a administrador que no pudiera trabajar tiempo completo porque tiene un trabajo con la competencia? ¿Contratarías a alguien que no puedes informar a otros directivos de su contratación hasta que “algún día” deje de trabajar para la otra empresa? Eso sí, te dice que es feliz de tener la oportunidad de trabajar en tu empresa, pero sus hechos dejan claro que su prioridad esta en la otra. ¿Le darías una oportunidad? Si sabes que ese candidato no funciona, dijimos, ¿por qué darle el puesto de novio o amor de tu vida?
Alma sabía que ningún candidato así sería contratado en su empresa para un puesto directivo. También que su elección no era compatible para lo que ella deseaba en la vida. Quedó callada y pensativa. Al poco tiempo (y con mucha terapia) Alma terminó la relación.
Supongo que con el voto sucede algo parecido. Personas perfectamente racionales, ponen su razón a dormir. Si estás buscando un director general para tu empresa, porque el actual no da buenos resultados ¿le darías el puesto a un candidato cuyas ideas para sacar adelante a la empresa no son claras y bien fundamentadas? ¿que no se apega mucho a las normas, pretende cancelar proyectos que funcionan, no es afín a las medidas ecológicas y que en una ocasión anterior amenazó con irse a la junta de conciliación porque no lo contrataste? No lo creo.
Está claro que la empresa necesita un cambio, pero una persona con esas características no es la idónea para el puesto. Sin dudarlo, no lo eliges para el puesto. Independientemente de la molestia y enojo que te causa el manejo actual de la empresa, no permites que tu animadversión te haga tomar una decisión equivocada.
Sabes que si pones a dormir a la razón, y te dejas guiar por el enojo que tienes, pueden surgir resultados monstruosos.
Me sorprende ver en redes sociales a tantos “arrepentidos” por su voto al actual presidente. Incluso hubo alguno que pidió que lo golpeáramos en la cabeza por haber tomado esa decisión. Un intelectual lamentaba amargamente su voto, después de la cancelación de las becas del FONCA.
Muchos de estos arrepentidos alegan que era imposible saber qué llegaríamos a esta situación. ¿No podía saberse? ¿pues en qué planeta estaban?
Si algo debemos reconocer a Andrés Manuel López Obrador es su consistencia y congruencia. Durante años, él habló de una constitución moral, de cancelar el aeropuerto de Texoco y de su plan de volver a Pemex el motor de México.
Cuando era gobernante del Distrito Federal, descalificó a los participantes de la marcha por la Paz y la seguridad del 2004 llamándolos a “pirruris”.
Claramente mandó al diablo a las instituciones y realizó un plantón de meses para exigir el recuento de los votos cuando no obtuvo el triunfo. Sí, las administraciones pasadas estuvieron lejos, muy lejos de ser perfectas, pero había cosas que funcionaban y que eligieron ignorar.
Sí, la corrupción estaba en niveles insostenibles al igual que la violencia. Sin duda muchas cosas marchaban mal. Pero lo cierto es que elegir visceralmente y actuar por enojo y resentimiento, no nos ha llevado a corregir excesos y errores.
Lo cierto es que los hoy arrepentidos eligieron a alguien que cumplió con lo que prometió y actúa como lo había hecho en otras ocasiones. Él no ha cambiado. El cambio está en que la realidad se impuso, hizo que se desvaneciera el enojo y la razón despertó, permitiendo ver con claridad los monstruos que habían surgido de ese sueño.
Francisco de Goya nos alertó en 1799 con su fantástico grabado de los peligros que surgen al poner a soñar a la razón. En muchas ocasiones lo hemos ignorado. Espero que no lo volvamos a hacer y a partir de hoy razonemos nuestras elecciones.
Buen domingo a todos.
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