¡EL PRESIDENTE MENTIROSO CREE QUE TODOS MIENTEN!

la tiranía mexicana, la de AMLO, no es y no podía ser la excepción de la violencia utilizada con fines dictatoriales

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Especial

Para todo ciudadano –con una pizca de curiosidad para indagar el empoderamiento de los dictadores de la historia–, es lugar común la violencia y el terror que vivieron las principales ciudades mexicanas, la semana pasada.

En efecto, las imágenes de ciudades en llamas, de autos consumidos por el fuego, de negocios quemados, carreteras bloqueadas y, en especial, la total ausencia de autoridad federales han sido estampas típicas de las peores tiranías en Italia, Alemania, la Unión Soviética, España Libia y Chile, por citar algunos casos.  

Es decir, queda claro que dictadores como Mussolini, Hitler, Stalin, Franco, Gadafi, Pinochet… y casi todos los sátrapas de la historia utilizaron la violencia y el terror –el terrorismo a secas–, como una de las principales armas para afianzar sus tiranías.

Por esa razón, la tiranía mexicana, la de AMLO, no es y no podía ser la excepción de la violencia utilizada con fines dictatoriales. 

Y es que, en efecto, el terrorismo estimulado desde el poder presidencial mexicano –con fines políticos como aquí lo denunciamos–, es una de las estratagemas del mandatario para luego convocar al rancio nacionalismo y, de esa manera, cerrar el círculo para la reelección de su gobierno o, en el caso extremo, para intentar un Maximato.

La misma estrategia de las dictaduras que implantaron el fascismo en Italia, en Alemania y en España. 

En pocas palabras, queda claro que López Obrador sigue los mismos pasos que su “adorado” Benito Mussolini para consolidar su tiranía; el empleo de la violencia y el terror –el terror que en la Italia del siglo pasado impusieron las impunes “camisas negras” –, para garantizar el asalto al poder y la destrucción de la democracia.   

Por eso el mandatario mexicano y sus aliados del crimen organizado diseñaron y pusieron en marcha la estratagema de “incendiar al país” y –también por eso–, López encabezó un nuevo linchamiento en contra quienes descubrimos y denunciamos sus afanes dictatoriales.

Por eso, en su mañanera de ayer, descalificó al autor del Itinerario Político –entre otros y otras periodistas–, a quien acusó de “volar muy alto”.

Y es que, para el que no lo sabe, en la jerga del periodismo mexicano, la expresión “volar” es sinónimo de “mentir o inventar”.

Y según el presidente mexicano, Ricardo Alemán “voló muy alto” al denunciar en un tuit difundido la noche del 12 de agosto del 2022, que “una fuente de Palacio” me había confirmado que la decisión de incendiar al país la tomó López Obrador y que la encomendó se la hizo a sus aliados del crimen organizado.

Lo simpático del tema es que un presidente al que distintos especialistas le han documentado por lo menos 80 mil mentiras en 45 meses de gestión no tiene cara y menos vergüenza para acusar a nadie –y menos a un periodista–, de “volar muy alto”. Es decir, de mentir.

Claro, además de que a pesar de la terquedad de los hechos y de la necia realidad –realidad que ratifica los actos de terror estimulados desde el poder presidencial mexicano–, López niega la existencia de esos actos “terroristas” en México y, en especial, rechaza la “ingobernabilidad” en su gestión presidencial.

Por eso, lo primero que le decimos a López Obrador es que él –en tanto presidente–, no tiene la menor calidad moral y política para exigir que nadie hable con la verdad, ya que se trata del presidente más mentiroso de México y del mundo.

Más aún, si lo que dijo Ricardo Alemán en un mensaje de redes sociales es falso, ¿por qué la preocupación de Estado por esa falsedad; por qué la descomunal y visceral reacción de Estado –con todo el peso del poder presidencial–, contra la mentira de un periodista “desempleado” y por qué desde Palacio se pagó a miles de cuentas falsas “bots” para amenazar, amedrentar y pretender aterrorizar a Ricardo Alemán.

Y es que en un fin de semana, creció en casi 20 mil seguidores la cuenta de Ricardo Alemán en la red social donde apareció el mensaje de que una fuente de Palacio confirmó que el presidente mexicano estimuló el terrorismo desatado en Jalisco, Guanajuato, Michoacán, Chihuahua y Baja California.

Miles y miles de “bots” que lo mismo difamaron, calumniaron, descalificaron, insultaron y amenazaron de muerte a Ricardo Alemán y a su familia.

¿Quién está detrás de esos miles de cuentas y miles de amenazas, insultos, advertencias y terror lanzados contra un periodista que, según López Obrador, dijo una mentira.

Y si es mentira lo que dijo Ricardo Alemán sobre la complicidad del presidente con las bandas criminales –el mismo periodista al que AMLO ordenó despedir de casi todos sus espacios de opinión en mayo de 2018–, ¿por qué el enojo de Palacio; por qué el presidente mexicano dedicó poco más de 5 minutos de su “mañaneras” del 15 de agosto del 2022 a esa mentira; por qué encomendar a los paleros de Palacio insultos en artículos, en redes y en medios “paleros” del presidente”.

Lo cierto es que el enojo de AMLO tiene su origen en que el periodista Ricardo Alemán descubrió su montaje para convertir a México en un país en llamas, como condición previa para su dictadura o su Maximato.

Y es que la fuente que me confió esa versión es la misma que me aseguró que AMLO había ordenado dejar en libertad a “El Chapito”, lo cual aquí dimos en primicia; la misma que me confió que AMLO intentaría destruir al INE; que me confió que López dejaría fuera de la contienda presidencial a Ricardo Monreal; la misma fuente que me confirmó que Obrador “se dobló” ante Trump y la misma fuente que me ratificó que Biden le exigió al mandatario mexicano entregar a Rafael Caro Quintero.

Entre muchas otras versiones de lo que pasa en Palacio y que se han confirmado al cien por ciento.

Lo simpático del tema –de risa loca–, es que en Palacio ignoran la existencia de muchos empleados federales con dignidad y que la fuente de Palacio se llama así: “dignidad” y “amor por México”.

Sí, presidente, muchos mexicanos tienen la dignidad y el amor por México que usted desconoce y que nunca tendrá

Al tiempo.