EL PRESIDENTE DE LA RUPTURA

A decir verdad, es innegable que a nuestro país le urgía un cambio en las maneras de hacer política. Platicando con un amigo con larga experiencia política y sobresaliente capacidad de análisis, pude reflexionar sobre estos puntos, que pongo a su consideración:

Muchos veíamos como se cargaba la mano al pueblo con impuestos y aumentos de precios, veíamos a la gente enojarse y murmurar por lo bajo, percibimos que pese a todo, se tragaban el coraje, guardaban silencio y seguían adelante.

Pero temíamos que un día llegara la gota que derramara el vaso y todo se precipitara. Pensábamos que la presión debía aflojar, que era necesario apapachar a quienes social y económicamente eran menos favorecidos, para relajar el ambiente.

Hace falta un poco de paternalismo, pensábamos, no se puede abusar de esta manera de los de abajo, decíamos y era inevitable discurrir que el éxito del sistema político para sobrevivir, radicaba en su conducta pendular: en saber cuando oscilar a la derecha o a la izquierda.

Todo esto encarnó y se catalizó en la figura de Andrés Manuel López Obrador: la ira, el hartazgo de muchos sectores, que vieron en él, un modo de cobrar venganza por tantos años de abusos y agravios sistemáticos.

No repararon en la preparación, en las limitantes, o en las consecuencias. No consideraron cuestiones de forma. Lo importante era hacer pasar a quienes consideraban sus verdugos, un mal rato. Sabían que López Obrador haría sudar sangre a la clase política, a los empresarios, a la iglesia incluso. A todas las instituciones que sentían los vejaban y a las que como él, ansiaban mandar al diablo, sin considerar que podía pasar después.

Hablaron el rencor, el hartazgo, el encono social, la frustración, la codicia política, el hambre, el afán de revancha y ganaron en las urnas de manera arrolladora, reflejando las profundas inequidades que prevalecen en México.

Esto explica mucho de la conducta, del proceder del presidente, hay que entenderlo; el conoció todos los factores antes mencionados y decidió aprovecharlos, son su fortaleza, porque existen de manera innegable y era imprescindible un golpe de timón. Había que romper con el sistema, cambiar el orden prevaleciente y reestructurar las cosas.

Y todo cambio duele, toda ruptura es traumática. López Obrador lo entiende. Conoce el papel que le toca jugar y lo acepta a cabalidad. Por eso no pierde su actitud rijosa, por eso aparenta estar siempre en campaña, por eso siempre confronta.

Sabe que su papel es duro. Sabe a lo que se enfrenta. Sabe que le toca demoler, tirar abajo estructuras y estamentos, que su papel es ingrato e incluso deslucido, porque le toca encarnar la discordia.

Y sin embargo, muchos pierden de vista lo que sucede en el panorama político; muchos dejan de ver que México políticamente esta mutando y un sistema está muriendo, para dar lugar a otro, no sabemos si mejor o peor, pero es innegable que sucede; y todo ocurre porque quienes tenían los hilos del poder se excedieron, hasta que reventaron y henos aquí.

Muchas cosas del presidente no nos gustan. Advertir sus naturales y humanas debilidades, fallas, limitaciones, no es agradable. Sin embargo, debe ocurrir para no tener un desenlace en que la sangre llegue al río.

Quizá López Obrador pase a la historia, pero no como el quisiera, como el fundador de la renovación, del cambio o de la transformación. No con la apariencia bondadosa o paternal que fueran deseables. No toca eso al presidente de la ruptura.

Es imprescindible entender que entre todos los mexicanos se impuso el deseo de cambiarlo todo y que en este nuevo orden que sobreviene, conviven dos facciones: los moderados y los duros.

Atacar al presidente encapsula a sus opositores, los etiqueta, fortalece a los radicales y da alas a sus recetas extremas. Entender por otro lado, como funciona o debe funcionar el sistema, permitirá que las cosas se equilibren de manera natural y tomen su nivel, concluyendo la polarización, tal y como sucedió con la revolución e incluso con el PRI.

Y así, tras la aparición en el escenario político del presidente de la ruptura, cuya imagen a muchos nos disgusta y resulta francamente desagradable, pueda sobrevenir de manera natural, el surgimiento del presidente de la reconciliación, que será imprescindible una vez concluido el proceso de esta dolorosa transición que hoy vivimos.

Ojalá…

Dios, Patria y Libertad.