Andrés Manuel López Obrador está recurriendo a una de las peores conductas como presidente: difamar. Pero él ni siquiera parece darse cuenta del abuso en que incurre cada vez que descalifica a alguien.
El escritor José Woldenberg, señala que AMLO no asume que existe una relación asimétrica de poder entre él —presidente de la República— y los ciudadanos a los que alude; que sus dichos, la mayor de las veces sin prueba alguna, constituyen un abuso de poder.
Y es que, comenta, que viniendo del titular del Ejecutivo se trata de lenguaje amenazante y por ello debería preocupar a todos, incluyendo a sus propios seguidores.
Woldenberg apunta que esos comentarios que hace el presidente nada tiene que ver con libertad de expresión, por lo que se debe evitar normalizarse y aceptar, pues pueden tener graves consecuencias de fanáticos.
“Esos dichos pueden tener derivaciones peligrosas porque nunca falta un obsequioso que puede entender las palabras de López Obrador como una licencia para actuar. Pero no se requiere pensar en los extremos en los que pueden desembocar las palabras presidenciales, porque desde ya tienen el efecto de contribuir a la construcción de un clima viciado, ominoso”, dice Woldenberg.
Recuerda que en nueve “mañaneras” consecutivas el presidente agredió a Xóchitl Gálvez, una ciudadana que aspira a ser candidata a la Presidencia. Y parece que eso ha desatado la furia de quien debería ver las contiendas electorales como un expediente virtuoso, del que él mismo fue beneficiario.
