El otoño de nuestro descontento

Especial

22-09-2020 “Este invierno de nuestro descontento se ha vuelto verano con el sol de York, y todas las nubes que encapotaban nuestra casa, están ya sepultadas en el fondo del océano”, dice Ricardo III en el célebre monólogo de la obra de Shakespeare, pero lo cierto es que como sabemos, Ricardo III terminó siendo un tirano terrible y su corona y casa real derrotadas para siempre.

Se impuso el descontento. Hoy iniciamos éste que será el otoño y el invierno de nuestro descontento, sin sol de York alguno que lo contenga. No puede ser de otra manera: a una pandemia que no cede, se suma una crisis económica que se profundiza día con día sin que se perciba una estrategia cierta para salir de ella y al mismo tiempo, una crisis de inseguridad que en muchos rincones del país atenaza a la ciudadanía.

Los actos que reflejan ese descontento se suman: se rompe la Conago, lo que traducido quiere decir que más de un tercio de los gobernadores rompen una relación institucional con el gobierno federal; las relaciones del gobierno federal con medios, periodistas e intelectuales pasa por una de las peores etapas de la historia reciente; las vías férreas que unen Lázaro Cárdenas con el resto del país están bloqueadas por la CNTE desde hace 25 días con enormes pérdidas económicas; la relación con los empresarios sigue resentida, mientras que el famoso plan de infraestrucutra energética está paralizado por el gobierno desde hace ya once meses; una organización no partidaria, FRENA, se moviliza para pedir la renuncia de López Obrador. La incapacidad y falta de representatividad de la nueva presidenta de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, Rosario Piedra Ibarra, sumada al desdén del gobierno federal por las causas del movimiento feminista, ocasionaron la toma de la sede de la CNDH en el centro de la ciudad de México, pero también tomas simbólicas en 25 estados, donde 14 oficinas de la Comisión están ocupadas por mujeres que siguen sin recibir respuesta alguna.

Son muchas las reacciones de descontento, justificadas o no que están detonando en distintos lugares del país. Incluso ese sentimiento ha estallado con inaudita fuerza dentro del propio partido en el gobierno, donde la lucha por la dirigencia nacional de Morena se ha convertido en una carrera de insultos y agravios entre los principales postulantes que termina descalificándolos a todos.

El hilo por el que se camina es demasiado delgado y los costos, si se rompe, serán muy altos. El sábado vimos como el mismo estuvo a punto de romperse con el intento de los manifestantes de FRENA de llegar al Zócalo (el mismo que tantas veces ocupó López Obrador) e instalarse allí. El de FRENA, como muchos otros, es, por supuesto, un movimiento legítimo pero creo que están equivocados: pedir la renuncia inmediata del Presidente no tiene justificación legal, no refleja un sentimiento masivo en la población, polariza cada vez más la situación y paradójicamente legitima una forma de ejercer la política, de plantones, marchas, bloqueos, que terminan, casi siempre, afectando a la ciudadanía.

No nos engañemos: acciones como las de FRENA terminan beneficiando al Presidente, porque fortalecen su narrativa de buenos contra malos, liberales contra conservadores. Lo colocan en su terreno preferido que es el de la polarización y terminan justificando su autoritarismo. Por eso les da la bienvenida y en el camino arremete contra todos sus opositores sin distinciones.
No es el camino porque se enfoca muy mal la óptica opositora: no se entiende (y en Palacio Nacional sí lo comprenden muy bien) que la verdadera lucha política no está en los plantones sino en los comicios del 2021. Las fuerzas opositoras tendrían que volcar todos sus esfuerzos, como lo está haciendo el gobierno federal, en ganar la mayor cantidad de posiciones posibles en junio próximo. Ahí se definirá realmente el futuro del país. Allí deben concentrarse fuerzas y esfuerzos. Lo demás, bien o mal intencionados, no dejan de ser distractores que pueden hacer perder de vista (u ocultar) los objetivos principales. Con un agregado en el que hay que insistir: México no es Venezuela, aunque algunos así lo deseen.

El destino

La muerte de la ministra de la Corte Suprema de los Estados Unidos, Ruth Bader Ginsburg, no sólo significa la pérdida de una mujer notable que abrió caminos a las mejores causas liberales y sobre todo de las mujeres en la Unión Americana, sino también una jugarreta del destino que, paradójicamente, puede convertirse en prácticamente el único factor de cohesión de los votantes conservadores en torno a la candidatura de Donald Trump: garantizar que esa posición en la Corte la ocupe un defensor o defensora de las causas más conservadoras que enarbolan Trump y el partido republicano. La batalla política en el Senado trasminará toda la campaña electoral durante las seis semanas previas a los comicios estadounidenses.