El niño Córdova, en el kinder INE y el robo de las canicas

Había una vez un niño llamado Lorencito. Este pequeño –risueño y encantador–, era el jefe de grupo en su salón de clases: el segundo año del kinder INE.
Lorencito era, como suelen decir, el chistosito del salón. Siempre tenía una mueca o una ocurrencia. Acaso por eso, era el favorito de todos sus maestros.
Sin embargo, Lorencito tenía un problema.
Algún maldoso robó la libreta con la lista del salón. Lorencito, como jefe de grupo, era el responsable de que nada le pasara a esa libreta.
Por eso, porque Lorencito se encontraba en un verdadero aprieto,comenzó a soltar un disparate tras otro.
A pesar de que la libreta no estaba, Lorencito aseguró que las cosas estaban en orden, que nadie había puesto en riesgo sus estrategias de seguridad y que la lista de alumnos estaba bajo su resguardo, sin sufrir alteración alguna.
Lorencito explicaba –a todo aquel que quisiera escucharlo–, que la verdadera lista de alumnos estaba sana y salva; que en realidad, el pillo se había llevado una versión vieja del documento.
Por eso, Lorencito insistía que nada había por temer y que él saldría del problema.
Y así fue.
De un momento a otro, con una destreza que no había mostrado, Lorencito resolvió el embrollo.
Orondo, el jefe de grupo gritó a los cuatro vientos que había descubierto al pillo.
Según explicó, el ladronzuelo cometió un error: dejó una huella digital que hacía posible su identificación.
¡Bien por Lorencito! Qué bueno que el segundo año del kinder INE contaba con un jefe de grupo tan cabal y eficaz.
Eso sí, Lorencito dijo que había detectado al pillo pero que no revelaría su identidad.
Ay Lorencito… no cabe duda; para berrinches, nadie como los niños.