EL ESPÍRITU DE GOEBBELS, EN PALACIO NACIONAL

Paul Joseph Goebbels, quien fuera ministro para la Ilustración Pública y Propaganda del Tercer Reich y principal propagandista de Adolf Hitler, decía que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad.

Tal pareciera que el comportamiento del presidente Andrés Manuel López Obrador durante sus mañaneras y múltiples “informes” de gobierno está inspirado en esta máxima del genio propagandístico del nazismo.

De acuerdo con el recuento que realiza de manera sistemática la consultora SPIN, el presidente de la República ha dicho 40 mil 502 mentiras en los dos años que han transcurrido de su gobierno.

Si todas estas mentiras las hubiera dicho únicamente durante las mañaneras, entonces tendríamos que el presidente miente 79 veces en promedio en cada una de esas conferencias de prensa.

Pero hay un fenómeno adicional en el comportamiento de López Obrador: hay algunas mentiras que son sus favoritas y que las ha repetido una y otra vez ya sea en mañaneras, “informes”, discursos en actos públicos y en videos que sube a sus redes sociales.

Una de ellas es “El Estado ya no es el principal violador de los derechos humanos”. Es una simple y llana mentira, pues la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, aunque controlada por el Ejecutivo, no ha dejado de enviar recomendaciones a organismos del Estado por la violación de derechos.

Pero además de mentira es una incongruencia, pues por definición, el Estado es el único que puede ser acusado de violar derechos humanos, mientras que los particulares pueden ser acusados de cometer faltas administrativas o delitos.

Otra mentira que López Obrador ha repetido recurrentemente es “en México ya no hay masacres”. Diversos medios de comunicación y organismos de la sociedad civil han documentado decenas de masacres registradas en el actual gobierno.

Pero quizá la mentira que más ofende a un amplio sector de la sociedad es la que se refiere a que “hemos domado la pandemia”. ¿En serio? ¿Y los 106 mil muertos oficiales? ¿Y los hospitales saturados? ¿Y la irrefrenable ola de contagios?

El presidente ha repetido varias veces esa mentira, como lo hizo nuevamente el pasado lunes, cuando rindió un “informe” no oficial con motivo del segundo año de su gobierno.

Suponemos que la estrategia goebbeliana de López Obrador le ha funcionado exclusivamente con su feligresía, es decir, con los ciudadanos que lo idolatran y lo siguen a ciegas  –aún son muchos—  los cuales toman como cierto lo que el presidente diga sin tomarse la molestia de intentar razonar un poco.

Pero las mentiras del presidente no tienen un impacto significativo en los medios de comunicación masiva, salvo en su medio afín (La Jornada), mientras que en las redes sociales son motivo de críticas y de escarnio.

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Al realizar todos los días mañaneras que a veces se parecen más a un mitin político a una homilía  o a un juicio popular que a una conferencia de prensa, López Obrador imita el comportamiento de otros líderes mesiánicos a quienes les encantaba hablar y hablar durante horas ante su “pueblo”, y fantasear con que el pueblo se lo agradecía.

Hacían grandes discursos en concentraciones masivas, en televisión y en radio el líder de la revolución cubana y luego dictador Fidel Castro; el ex dictador de Libia, Muamar Gadafi y el ex presidente de Venezuela, Hugo Chávez.

Nuestro presidente también habla mucho pero tiene un problema del que quizá no ha hecho conciencia: sus discursos llenos de retórica durante las mañaneras no tienen la difusión que él quisiera.

Ni siquiera su feligresía más fanática sigue las mañaneras. Del estudio de la consultora SPIN se desprende que de 7.2 millones de seguidores que tiene en su fanpage de Facebook, solo ven la mañanera en promedio 641 mil. Es decir, solo al diez por ciento de sus fans les interesa conectarse a la mañanera.

En eso no se parece a Goebbels, porque los mensajes diseñados por él para endiosar a Hitler y al nazismo sí tenían una difusión masiva dentro y fuera de Alemania.

OFF THE RECORD

**FUERA DE LOS PINOS

Se confirmó lo que desde hace tiempo se había filtrado en algunas columnas políticas: el empresario Alfonso Romo dejó la Jefatura de la Oficina de la Presidencia.

Lo que nunca ha explicado el presidente es cómo fue que decidió que uno de sus principales consejeros y operadores fuera un empresario cuyos negocios prosperaron a la sombra del neoliberalismo, que tanto dice aborrecer.

**SOBRE EL POPULISMO

Los líderes populistas no necesitan tener un programa claro de gobierno, no necesitan ser específicos en su programa, basta con que usen un lenguaje de condena, que acusen a los enemigos del pueblo de corruptos e inmorales y que declaren que el líder populista está decidido a llevar al pueblo al poder”.

La anterior cita es una frase del libro Yo, el pueblo, de Nadia Urbinati, presentado ayer en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

La frase anterior, dice la autora, vale lo mismo para Alberto Fujimori, Evo Morales, Hugo Chávez y otros.

¿Alguien se quedó pensando a qué otro jefe de Estado le caería esta frase como anillo al dedo?

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