Al empresario Alfonso Romo Garza se le podrían adjudicar sin problemas todos los adjetivos que tanto aborrece el presidente Andrés Manuel López Obrador: “conservador”, “neoliberal”, “salinista”, “fifí”, etcétera.
Sin embargo, desde hace nueve años López Obrador sumó al poderoso empresario a su proyecto político y le dio un papel tan relevante, que fue su coordinador de campaña en el 2018, algo que hubieran querido muchos “izquierdistas” de toda la vida.
Aunque nació en la Ciudad de México, Alfonso Romo desarrolló su exitosa carrera empresarial en Monterrey. Siempre estudió en escuelas privadas católicas y como adulto se vinculó a instituciones católicas ultraconservadoras como el Opus Dei y los Legionarios de Cristo.
Durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, Romo tuvo tanto éxito en sus negocios, que en 1994 apareció en la lista de los hombres más ricos del mundo de la revista Forbes.
Unos años después generó polémica al realizar negocios con el ex dictador de Chile, Augusto Pinochet, con quien simpatizaba.
En el 2006, Romo formó parte del grupo de empresarios que financió la campaña que tenía como eslogan principal la frase: “López Obrador, un peligro para México”, que a la postre contribuyó al triunfo del panista Felipe Calderón en las elecciones presidenciales de ese año.
Y a pesar de todos estos antecedentes, López Obrador lo buscó en el 2011 para exponerle de manera personal su nuevo proyecto político, que pasaba, obviamente, por obtener la Presidencia de la República. Y lo invitó a sumarse.
¿Por qué López Obrador dio un viraje en su forma de pensar y de actuar y decidió reclutar a un prominente empresario que siempre estuvo en lo que el propio tabasqueño llamaba “la mafia en el poder”? Su eslogan de “Nosotros los pobres” ya no le alcanzaba, ahora necesitaba de los ricos.
López Obrador necesitaba de alguien que le ayudara a que los empresarios le perdieran el miedo y lo contemplaran como una opción viable para gobernar el país. Ese alguien fue Alfonso Romo, quien se dejó seducir y se sumó al proyecto obradorista.
El empresario hizo su trabajo. En efecto, los dueños del dinero empezaron a confiar más en un López Obrador que se mostraba ante ellos como un político moderado que había dejado atrás sus expresiones de odio y sus amenazas a las instituciones y a las inversiones.
Pero apenas llegó a la Presidencia de la República, López Obrador volvió a mostrar su rostro intolerante y revanchista y la emprendió contra la clase empresarial, lo que dejó a Romo, su interlocutor con ese sector, muy mal parado.
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Romo había asegurado a los empresarios que de ganar la Presidencia, López Obrador no cancelaría las obras del aeropuerto de Texcoco. Y le creyeron. Pero a la mera hora el presidente hizo lo contrario.
Romo había prometido que López Obrador no cancelaría contratos en el sector energético y que no atentaría contra las inversión privada, pero el presidente no cumplió. No solo ha cancelado decenas de contratos, sino que echó para abajo la construcción de una planta cervecera en Baja California, en la que los empresarios ya habían invertido 900 millones de dólares.
La molestia de Alfonso Romo con la forma de conducir el país por parte del Ejecutivo se hizo evidente el pasado 19 de noviembre, cuando dijo –durante la inauguración de la XLII Convención del Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas— “No podemos manejar un país que está decreciendo a 9 por ciento, como si estuviéramos creciendo a 9”.
Su permanencia al frente de la Oficina de la Presidencia era insostenible. Romo y López Obrador acordaron una separación amistosa como una salida para una relación que a ambos les dejó dividendos en muchos sentidos pero que hacía mucho tiempo había dejado de funcionar.
La mala noticia es que Romo era de las pocas personas sensatas y moderadas que quedaban dentro del equipo del presidente. Se fue Carlos Urzúa, se fue Germán Martínez Cázares y ahora se fue también Romo. Los fieles y obedientes ciegos de la “4-T” están de fiesta.
OFF THE RECORD
**DIPUTADOS MILLONARIOS
La austeridad republicana sigue sin alcanzar al Congreso. La Cámara de Diputados gastará 164 millones de pesos tan solo en este mes, para que todos los legisladores tengan una muy feliz navidad.
Cada uno de los 500 diputados recibirá 328 mil pesos por concepto de aguinaldo, salario y “apoyos legislativos”.
El beneficio será para los diputados de todos los colores y sabores.
**¿CONSEJERA INDEPENDIENTE?
El presidente propuso a Laura Itzel Castillo para el cargo de consejera independiente de Pemex.
La hija del luchador social Heberto Castillo goza de buen prestigio pero tiene dos pequeños problemas: uno, que no tiene experiencia en el ramo energético y dos, que siempre ha formado parte del proyecto político de López Obrador, por lo que no sería muy independiente que digamos.
Correo: [email protected]
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