Defender autonomía del INE le conviene a todas las fuerzas y partidos: Marco Baños

Desde 1996 el ahora INE ha demostrado eficacia e imparcialidad en la organización de los comicios electorales

Marco Baños
Especial

En 1990 nació el Instituto Federal Electoral (IFE), en ese momento no era el órgano autónomo que hoy conocemos, ya que lo dirigía el secretario de Gobernación, pero las sesiones y decisiones eran debates abiertos y con aval mayoritario de consejeros magistrados apartidistas.

Fue hasta 1996 que el IFE se rigió de manera independiente, y aunque Gobernación quedó fuera de la integración del árbitro, porque ya era un órgano del Estado, todavía no se podía considerar autónomo.

Un año después, en 1997, organizó la primera elección de jefe de Gobierno de la Ciudad de México –misma que ganó una fuerza política de izquierda–. Sin embargo, reafirmó su compromiso con la democracia en el año 2000, cuando estuvo cargo de las elecciones federales que dieron paso a la alternancia presidencial.

“Con algo de amnesia, la autonomía del árbitro electoral ha sido descalificada por algunas voces argumentando que asumen necesario e incluso legítimo (no lo es) devolver a los gobiernos en turno distintas actividades que han dado estabilidad política a las contiendas electorales, por ejemplo, el padrón depurado y verificado o la existencia misma de árbitros nombrados por un órgano autónomo para comicios locales”, detalló el consejero del Instituto Federal Electoral (INE), Marco Baños, en su texto para El Economista, titulado, ‘Autonomía Electoral’, 10/02/2020.

Aunado a lo anterior “defender esa autonomía les conviene a todas las fuerzas y partidos, porque los resultados recientes nos dicen que las elecciones se organizan bien, que las elecciones que se han conducido desde un instituto que no depende orgánicamente del gobierno, es una apuesta favorable para hacer valer la voluntad popular”, agregó Baños.

Para el consejero electoral es necesario que Morena y el presidente, Andrés Manuel López Obrador, entiendan que el INE ofrece resultados de imparcialidad, mismo que no debe “alterarse” ni “satanizarse”. 

Con información de El Economista