DE LA EPÍSTOLA DE MELCHOR OCAMPO A LAS NUEVAS MASCULINIDADES

DRA. MARÍA ELENA

“Que el hombre, cuyas dotes sexuales son principalmente el valor y la fuerza, debe dar y dará a la mujer protección, alimento y dirección, tratándola siempre como a la parte más delicada, sensible y fina de sí mismo, y con la magnanimidad y benevolencia generosa, que el fuerte debe al débil, esencialmente cuando este débil se entrega a él y cuando por la sociedad se le ha confiado.

Que la mujer, cuyas principales dotes sexuales son la abnegación, la belleza, la compasión, la perspicacia y la ternura, debe dar y dará al marido, obediencia, agrado, asistencia, consuelo y consejo, tratándolo siempre con la veneración que se debe a la persona que nos apoya y defiende, y con la delicadeza de quien no quiere exasperar la parte brusca, irritable y dura de sí mismo…”.

Lo anterior es un fragmento de la Epístola de Melchor Ocampo que se estableció en la Ley del Matrimonio Civil del 23 de julio de 1859 y cuya lectura perduró hasta 2007 en que se aprobó por las Cámaras de Diputados y Senadores su supresión durante la celebración del matrimonio civil.

En dicha carta se daba cuenta de la superioridad física, moral y económica del hombre, con respecto a la sumisión, debilidad y obediencia de las mujeres. Así como el rol del hombre de ser proveedor, representante público y legal de su familia, además de ser el responsable de la toma de decisiones.

Por su parte, el rol de la mujer estaba establecido como la responsable del arreglo de los asuntos domésticos, la crianza y educación de los hijos, tanto como la atención y esmero por agradar y aconsejar al marido.

Los roles que juegan tanto los hombres como las mujeres dentro de una sociedad, están marcados por las transformaciones económicas, políticas y culturas que se den dentro de la misma.

Con la liberación femenina, la expansión del mercado laboral y el ingreso de las mujeres a las universidades, en nuestra sociedad se ha venido desarrollando un cambio en cuanto los roles que juegan tanto las mujeres como los hombres en nuestra cultura, imponiendo así conceptos diferentes de lo que es lo femenino y de manera particular, lo masculino.

Pero, ¿qué tan preparados están los hombres en nuestra cultura para aceptar un cambio en el concepto de la masculinidad y en su rol de hombre?

La masculinidad se define como el conjunto de atributos, valores, comportamientos y conductas que son característicos del hombre en una sociedad determinada.

La perspectiva más compleja para ver lo masculino y lo femenino es la psicológica en donde lo masculino y lo femenino no sólo se relaciona con lo activo y lo pasivo; sino además con lo fálico y lo castrado.

Con el descubrimiento de la diferencia anatómica de los sexos, el varón crece con el miedo a ser castrado pues se dio cuenta que alguien igual a él —-la niña—-, no tiene pene y su fantasía es que sí lo tenía pero le fue cortado.

Las implicaciones psicológicas que esto tiene es el miedo a perder algo —el falo— que representa la virilidad, la fuerza y el poder, así como a generar la imagen de un ser que por no tenerlo, se concibe como devaluada e inferior a él.

Sin embargo, lograr el cambio en la masculinidad esta en el hecho de comprender que no es la hombría biológica, el sexo, lo que está en juego sino la noción de masculinidad construía socialmente e incorporada individualmente (Kaufman 1965).

El hombre con una masculinidad hegemónica se caracteriza por ser una persona importante, independiente, autónoma, activa, productiva, y a nivel familiar son proveedores y con un amplio control sobre sus emociones.

Sin embargo, algunos hombres, están dispuestos a analizar y elegir otras conductas, características y actitudes nuevas haciendo a un lado la rivalidad con la mujer y el miedo a la castración que le puede provocar la inteligencia y potencialidades de su pareja.

De ahí que actualmente haya hombres que están dispuestos a vivir nuevas formas de masculinidad, haciendo equipo con sus parejas, apoyando y compartiendo el desarrollo profesional de ambos y el cuidado y la crianza de los hijos.