“Waterloo fue escrito en el cielo”. – Victor Hugo
Ahora que comienza febrero y estamos en el “mes del amor y la amistad”, el amor
ronda en nuestras cabezas (imposible evitarlo con el bombardeo de corazones y rosas
por todas partes), pero también ronda el desamor, la otra cara de la moneda.
Napoleón sufrió su derrota definitiva en Waterloo (Bélgica). Fue su enfrentamiento
final contra las fuerzas aliadas bajo el mando del Duque de Wellington. Después de
esa derrota, Napoleón abdicó y se entregó a los británicos el 15 de julio de 1815,
esperando ser tratado con dignidad. Estos decidieron exiliarlo en la remota isla de
Santa Elena, en el Atlántico Sur, donde murió años más tarde.
Un querido amigo comenta que, en términos amorosos, todos tenemos un Waterloo,
una relación cuyo final dolió en particular y que, cuando la recordamos o escuchamos
el nombre de ese ex, nos sentimos derrotados. No importa si la relación fue larga o
corta, ese sentimiento de derrota nos acompañará por mucho tiempo. No pude evitar
relacionarme con la reflexión de Emmanuel. Quizá con el tiempo duela menos, pero
el sentimiento no desaparece. Duele no saber de esa persona y duele también cuando
no nos enteramos cómo está.
Al igual que Napoleón no pudo evitar su destino tras Waterloo, en el amor a veces nos
enfrentamos a lo irremediable. No siempre podemos cambiar lo que ya se ha roto, y
aunque el dolor de una pérdida pueda ser profundo, también es una enseñanza. Cada
despedida, cada derrota, nos deja algo que debemos aprender a llevar. En este ‘mes
del amor y la amistad’, no olvidemos que el desamor también forma parte de la vida,
y aunque no siempre se pueda entender, debemos aceptar que algunas cosas
simplemente no pueden ser, y aprender a vivir con ellas.
“Nada, excepto una batalla perdida, puede ser tan melancólico como una batalla
ganada.” – Duque de Wellington
Buen domingo a todos y gracias por leerme.
¿Tienes un “Waterloo amoroso”? Espero tu opinión dejando un comentario en el blog
o en mi cuenta de X @FernandaT