¿Conviene que caiga Trump o no?

Quitar a un presidente no es algo que se pueda realizar sin consecuencias.

Hay elementos contundentes para que el actual presidente de Estados Unidos sea sometido al proceso de remoción (impeachment).

Donald Trump presionó y chantajeó a su homólogo ucraniano, Volodimir Zelenski, para investigar e involucrar en actos de corrupción al hijo de Joe Biden, quien seguramente será su rival en las elecciones presidenciales del próximo año.

Hunter Biden, quien tenía negocios en Kiev cuando su padre Joe era vicepresidente de Estados Unidos, ya fue exonerado por un tribunal ucraniano, pero hace apenas dos meses Trump chantajeó a Zelenski para reactivar el caso y que explotara antes del inicio de las primarias en Estados Unidos, que comienzan en febrero.

El Congreso de Estados Unidos había aprobado un fuerte apoyo militar a Ucrania –bajo permanente agobio de Rusia–, y Trump lo detuvo sin dar mayores explicaciones en ese momento.

Trump, el 25 de julio, llamó al presidente de Ucrania y le pidió que viera nuevamente el caso Biden con el fiscal general de Estados Unidos. “Sería genial”, le indicó a Zelenski.

Y fue más allá: le dijo que se pusiera de acuerdo con su abogado personal, Rudolph Giuliani (un viejo conocido de México).

Le dijo Trump: “haré que Giuliani te llame y que también el fiscal general te llame y llegaremos al fondo del asunto. Estoy seguro de que lo resolverás”.

Obsequioso, el mandatario ucraniano accedió a la demanda de Trump con las siguientes palabras: “como ganamos la mayoría absoluta del parlamento, el próximo fiscal general será cien por ciento mi candidato. Él o ella analizará la situación específica de la compañía que mencionaste en este tema”.

Cuando Trump le dice al presidente de Ucrania que está seguro de que resolverá el tema, le puso la zanahoria: “vuestra economía va a ir mejor de lo que yo predije”.

En fin, más claro ni el agua: Trump usó a un gobierno extranjero con la pretensión de afectar a un potencial competidor suyo por la presidencia. Eso es abuso de poder, que puede derivar en destitución.

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La ya legendaria Nancy Pelosi (demócrata), primera mujer en liderar la Cámara de representantes en la historia de Estados Unidos, tomó la oportunidad al vuelo –luego de haber dejado pasar otras–, porque ahora sí hay elementos sólidos para iniciar el proceso de destitución.

Trump puede caer. ¿Conviene o no conviene?

Esa pregunta llevó a los republicanos a echarse para atrás con el impeachment del entonces presidente Bill Clinton, a quien tenían a su merced: atado de manos y contra las cuerdas para quitarlo de la Casa Blanca por el caso Lewinsky.

Sin embargo, el día de la votación en el Senado los republicanos le perdonaron la vida política.

Se necesitaban los votos de 67 senadores para sacarlo de la presidencia, y sólo 45 estuvieron por la destitución.

¿Por qué los republicanos no fueron en masa contra Clinton? Porque quitar a un presidente de Estados Unidos sale muy caro.

Se conformaron con exhibirlo, con todo y el vestido azul manchado, pero lo dejaron en el salón oval.

Tenían la experiencia de la renuncia de Richard Nixon, en agosto de 1974, que le costó a Estados Unidos posiciones importantes en el mundo dentro del contexto de la Guerra Fría, y la economía de Estados Unidos vivía (con Clinton) un ciclo de expansión sin precedentes.

Ahora, ¿qué va a suceder con Trump? ¿Lo que ocurrió con Nixon (renunció antes de que lo destituyeran), o lo que sucedió con Clinton?

La economía de Estados Unidos también camina de manera positiva con Trump, pero su liderazgo en el mundo ha disminuido notablemente.

Hay quienes piensan, con buenas razones, que a diferencia del contexto que libró a Clinton del impeachment, esta vez Estados Unidos y el mundo tienen más que ganar que perder con la salida prematura de Donald Trump de la Casa Blanca.

Veremos una buena batalla política en las siguientes semanas y meses en la principal potencia económica y militar del planeta.

Será la gran batalla de una mujer formidable, Nancy Pelosi, contra un gladiador que disfruta la lucha en el lodo porque es su elemento: Donald Trump.

La prensa, desde luego, jugará un papel importante. Será otra razón para conjurar a los fantasmas que predicen su extinción.

Y puede ser, también, un momento de gloria para ese sector de la humanidad que cree en la fuerza de las leyes, de las instituciones por encima de los personalismos iluminados, en la globalización, en el libre comercio y en los derechos humanos.