ANTE EL DOLOR DE LA VIOLENCIA

José Alberto Márquez Salazar

José Alberto Márquez Salazar

En el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa inició la violencia en la que vive México; en el de Enrique Peña Nieto, la indiferencia y frivolidad la desatendió;  con Andrés Manuel López Obrador, se extendió y se ha convertido en la contradicción propia de la paz que promovió como candidato a la presidencia de la República.

El gran historiador Eric Honsbawm señaló sobre el horror de las guerras: “La experiencia contribuyó a brutalizar la guerra y la política, pues si en la guerra no importaban la pérdida de vidas humanas y otros costes, ¿por qué debían importar en la política?” (Historia del siglo XX, 1995).

En plena campaña electoral, cínica y absurdamente, la mayoría de las personas candidatas de los diferentes partidos políticos (alianzas o coaliciones) utilizan la violencia y los daños a las personas como parte de la narrativa para demostrar que tienen mejores soluciones que los otros.

Día a día, los hechos violentos (muchos de ellos entre personas involucradas con la delincuencia organizada) van conformando una normalidad que nos evita pensar en los demás, en el dolor de los demás.

En cada persona no encontrada (desaparecida), en cada cadáver descubierto, en cada violación o secuestro, hay personas que vivieron un dolor y hay muchas más, que en su entorno sufrieron muchos más.

Los sucesos del Taxco, Guerrero, nos retratan terriblemente: políticos lucrando con la tragedia;  autoridades indolentes culpando a la familia de la víctima; personas enfurecidas, trasplantados en turba,  agrediendo a los supuestos del secuestro y asesinato de una niña; medios de comunicación e influencers promoviendo videos y fotos de los sucesos.

¿Hay probabilidades de que la próxima presidenta de la República solucione el problema de la violencia que vive México?

No. no lo creo porque desde hace décadas las soluciones para la inseguridad provienen de propuestas que buscan acciones “inmediatas” para ganar adeptos, para ganar público.

La violencia tiene una estructura, una estructura que viene de mucho tiempo atrás, así como la educación “machista”, patriarcal, que nos insensibilizó sobre la violencia hacia las mujeres.

Qué vemos ahora. Campañas de personas candidatas prometiendo todo sin tener bases académicas. Esa inmediatez que los obliga a tomar decisiones sin aceptar qué funciona y qué no funciona en las tareas de seguridad pública.

Pero hay más, los colores, el partido político, la coalición e intereses políticos, hacen que una parte de las personas políticas y analistas y comentaristas evadan aceptar que desde hace más de 20 años no hay soluciones. Sin embargo, lo más oportuno para ellos es culpar al de antier, al de ayer o al de hoy, depende en qué posición electoral se encuentren.

La violencia es la principal protagonista de las campañas electorales de este 2024. No solamente hablo de los hechos físicos (de asesinatos y agresiones), hablo del mismo lenguaje que se utiliza en los medios de comunicación, en las redes sociales; del mismo lenguaje que hablan las personas candidatas.

Sí, la violencia verbal que expresan los influencers, identificados o anónimos está ahí, atizando el fuego de la discusión, del debate político.

La violencia no se detiene ante el dolor de los demás. Esa indolencia ante el otro, aunque sea diferente, nos ubica en una campaña electoral donde, gane quien gane, tendrá el reto de complacer a los suyos y borrar a los otros.

Los medios de comunicación han dejado atrás, en su mayoría, los rasgos del dolor que caracterizaba el trabajo periodístico. El mismo periodismo ha convertido a las noticias en un espectáculo que nos gusta ver, leer, comentar.

No serán ninguna de las hoy candidatas quienes resolverán la inseguridad y reducirán la violencia porque son insensibles al dolor e indolentes; porque esta sociedad ha perdido el sentido, la sensibilidad, la atención, por el dolor de los demás.

Los rostros llorosos, tristes, desencajados, de los diversos familiares de las personas que han sufrido violencia, se transforman en imágenes para demostrar que los otros no sirven, no funcionan, son incapaces;  que ellos son la única opción que resolverá un entramado que, quizá, no ha entendido.

Honsbawm, el gran historiador inglés, también señaló que un cambio de la guerra en el Siglo XX, fue la extensión de la violencia al alcanzar e incrementar  el número de personas civiles que lo vivían.

Las imágenes de violencia que diariamente vemos en los medios de comunicación y las redes sociales, no ha curado nuestra insensibilidad; por el contrario, nos ha hecho ver a ésta como el paisaje que vivimos.

Las redes sociales, especialmente, multiplican el odio, el rencor, fomentan la división y polarización; en ella exponemos nuestra vida y la hacemos frágil ante los odiadores y el anonimato.

Las redes sociales son una tecnología fabulosa, pero nos están enseñando, a muchos que hay nuevo capítulo por explorar: cómo incrementan la violencia y la incapacidad de entender el dolor de los demás.

Un remedio inicial: leer a Susan Sontag: Ante el dolor de los demás (2004).