ANAYA, LA PRIMERA BAJA

Dicen los que saben que la caída de Ricardo Anaya está cerca. Caerá, dicen, por la ley de la gravedad. Es decir, por su propio peso… o por sus propias transas.

Y es que, aseguran, de un momento a otro podrían aparecer evidencias para “la puntilla” sobre su cauda de corruptelas, en especial a causa de los llamados “moches” que le habrían dado a ganar a manos llenas.

Y es que la voracidad del joven maravilla habría sido tal que las huellas de sus “negocios” aparecen por todas partes.

Pero además, con la caída de Anaya se inicia la segunda etapa de una estrategia que confirma que el PRI eligió las batallas que libraría, eligió al enemigo, las armas para enfrentarlo y el momento para combatirlo.

En pocas palabras, asistimos una bien aprendida lección del “Arte de la Guerra”. De la guerra política, claro.

Y es que a partir de que el candidato Meade tomó en sus manos su propia campaña –lo que se confirmó ayer cuando anunció a sus generales–, queda claro que para el PRI la campaña presidencial “se mueve por nota” y a partir de principios básicos de una batalla político electoral; guerra apegada “al librito”, en donde el rival más débil debe seleccionar adversario, la hora de la batalla, las armas que utilizará y la letalidad de las mismas.

Y es que sería suicida para el PRI y para sus candidatos –presidencial y de CDMX–, plantear una batalla en dos o más frentes al mismo tiempo, sobre todo cuando la pelea formal aún no empieza.

Por eso, el primer paso fue combatir “al rival más cómodo”. ¿Y cuál es para el PRI el más cómodo? Todos saben que se trata de Ricardo Anaya, cuya debilidad está precisamente en las que parecían sus fortalezas.

Dicho de otro modo, Ricardo Anaya alcanzó la candidatura presidencial gracias a una poderosa red de corrupción a través de los llamados  “Moches” en donde casualmente contó con la ayuda de los que hoy son sus adversarios.

Es decir, el PRI combate a Anaya con las mismas trampas de Anaya; la tranza, el “cochupo”, la mentira y el engaño. “sopa de su propio chocolate”.

Y es que si los ingenuos creen que los escándalos de corrupción de Anaya terminan con la triangulación de dinero público para acrecentar su patrimonio, lo cierto es que ese escándalo apenas es la punta de la madeja; una madeja que dejó huellas por todo el gobierno federal.

Por eso, al tiempo que Ricardo Anaya pretende posicionarse con una feroz campaña contra la corrupción, el PRI reacciona con la exhibición de la corrupción de Anaya.

También por eso, la respuesta de la alianza PAN PRD y MC –en complicidad con su prensa leal–, inventó una supuesta red de corrupción en torno a Rosario Robles; red que no existe pero cuya sospecha es alentada para hacerla crecer de manera artificial en medios.

Es decir, ante las evidencias de corrupción por parte de Anaya, los aliados del queretano responden con obuses falsos lanzados contra Rosario Robles. Lo que no saben es que las pruebas de corruptelas contra Ricardo Anaya no tienen límite.

Y es que a lo largo de los próximos 120 días veremos evidencias de esa descomunal red de corrupción que tejió Ricardo Anaya y que tiró a muchos de sus propios correligionarios del PAN, conocedores de las transas, de sus destinatarios y de las evidencias.

Pero la batalla del PRI contra Anaya es sólo el primer paso de la guerra que todos conocen como elección presidencial de 2018.

La segunda etapa ya empezó –en el spot con actores centrales como Napoleón Gómez Urrutia y Elba Esther Gordillo–, que va dirigido a minar la imagen y credibilidad de Morena, de su candidato y, sobre todo, de sus delirios.

Lo curioso es que la batalla contra Morena y su candidato sigue el mismo patrón que la peleas del PRI contra Ricardo Anaya. Es decir, exaltar las mentira, engaños y escándalos, como los de convertir en senadores a “Napito” y a Nestora Salgado y además de convertir a Elba Esther Gordillo en pieza clave de AMLO.

En los dos casos –el de Anaya y el de AMLO–, el PRI está utilizando las debilidades de Ricardo Anaya y de Andrés Manuel López Obrador para combatir sus inconsistencias. ¿Cuáles inconsistencias?

La corrupción de Anaya por su enriquecimiento inexplicable y de sus aliados y las corruptelas de Morena al pretender llevar al Congreso a pillos como “Napito” y Nestora Salgado, entre otros.

En respuesta, como ya dijimos, los panistas y morenistas buscan “hasta por debajo de la tierra” pruebas de supuestas corruptelas en el gobierno federal “para embarrar” al candidato del PRI.

Pero resultará difícil que le puedan encontrar transas a José Antonio Meade. ¿Por qué? Porque antes de ser candidato presidencial se investigó si pasaba a prueba del ácido, de la corrupción. Y pasó la prueba.

Al tiempo.