Para los que lo conocen, saben que AMLO nunca reconocerá que su reforma electoral va contra la democracia y la Constitución, pese a que él sabe todo lo que implica perder la autonomía del INE, aunque el único beneficiado sería su partido, Morena.
A estas alturas no hay nadie que haga entrar en razón al presidente Andrés Manuel López Obrador de que su proyecto de reforma electoral va contra la democracia y la Constitución mexicana.
Cuando tomó posesión como presidente, el tabasqueño juró cumplir y hacer cumplir la Carta Magna, pero al parecer nada más lo dijo de dientes para afuera. Porque el anuncio de su “plan B” para la reforma electoral en realidad significa tratar de brincarse la Constitución, por la vía de las leyes secundarias, sin importarle en lo más mínimo la legalidad.
Es decir, Morena y sus aliados tienen los votos suficientes para aprobar en la Cámara de Diputados lo que ordene López Obrador. Falta ver si Ricardo Monreal se presta al juego en el Senado. Pero en caso de que así sea, invariablemente esas reformas terminarán impugnadas en la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Casualmente, ese ha sido el sello de la 4T: imponer leyes, reglas, normas y decretos que, paradójicamente, resultan ilegales y, por lo mismo, su aplicación termina siendo un embrollo por litigios, suspensiones y amparos. Alguien debería explicarle a AMLO que las elecciones deben ser inciertas en el resultado, no en su organización.
Desafortunadamente, para la sociedad mexicana, AMLO nunca reconocerá que su reforma electoral va contra la democracia y la Constitución.
EU respalda al INE: instituciones electorales libres “piedra angular” de la democracia
Con información de Reforma
JZ
