AMLO, el miedo y el Tribunal de la Cuarta Transformación

En el Tribunal de la 4T (T4T) hay un solo fiscal que, a la vez, funge como juez: el presidente López Obrador.

Desde su púlpito, presenta los argumentos condenatorios y sentencia a los presuntos culpables. A veces participan algunos de sus subordinados, quienes exhiben supuestas pruebas que más bien son indicios, insinuaciones, prejuicios y hasta rumores.

No se trata de un ejercicio de imparcial justicia, donde se respeta el derecho al debido proceso de los inculpados. Para nada. Aquí estamos hablando de juicios políticos con la finalidad de generar temor y afianzar el poder presidencial.

Caso número uno. El pueblo sabio, representado por López Obrador, en contra de 36 años de neoliberalismo. Fecha: 1º de diciembre de 2018. Lugar: Palacio de San Lázaro. En el banquillo de los acusados, Enrique Peña Nieto, último presidente del tan odiado periodo que históricamente ha condenado AMLO y que comenzó durante la Presidencia de Miguel de la Madrid.

Francamente, yo no entiendo por qué se quedó Peña a escuchar la retahíla de acusaciones en su contra. López Obrador no dejó títere sin cabeza. Vapuleó todas las reformas que impulsó Peña durante su sexenio. Peña debió haber entregado la banda presidencial y retirarse. Vergonzosamente, se quedó a escuchar cómo AMLO, ya en su nuevo papel de fiscal y juez, hacía añicos a su gobierno y a los anteriores. El veredicto fue contundente: ¡culpables!

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Pero Peña sigue muy contento en la calle disfrutando de su nueva novia. El nuevo gobierno, en lugar de perseguirlo judicialmente por múltiples casos donde se sospecha corrupción, lo perdonó desde la campaña. Porque lo importante para AMLO es su tribunal, el T4T, donde él controla todo: acusa y condena frente a la opinión pública.

Caso número dos. El pueblo sabio, nuevamente representado por AMLO, asistido por el director de la CFE, Manuel Bartlett, en contra de exfuncionarios de gobiernos neoliberales. Fecha: 11 de febrero de 2019. Lugar: Palacio Nacional durante la conferencia mañanera del Presidente. Acusación: Haber trabajado en el gobierno y hoy hacerlo en empresas del sector privado. Aunque esto es perfectamente legal, después de un periodo de veda, el fiscal lo consideró inmoral por los posibles conflictos de interés que se pueden generar. Ergo, el veredicto: ¡culpables!

Pero todos estos exfuncionarios andan libres porque el gobierno no ha podido –sospecho que nunca podrá– comprobar judicialmente que incurrieron en algún delito de corrupción o conflicto de interés. No importa. Lo que importa es la condena del T4T frente a la ciudadanía y el consiguiente castigo: hicieron trizas su prestigio profesional sin haberse podido defender.

Caso número tres. El pueblo sabio, representado por AMLO, asistido en esta ocasión por la secretaria de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval, y el titular de la Unidad de Inteligencia Financiera, Santiago Nieto, en contra del comisionado presidente de la Comisión Reguladora de Energía, Guillermo García Alcocer. Fecha: 18 de febrero de 2019. Lugar: Palacio Nacional durante conferencia mañanera. Acusación: conflicto de interés de un funcionario que se atrevió a criticar veladamente a AMLO. Veredicto: ¡culpable!

García Alcocer sigue siendo el presidente de la CRE. Ya fue a visitar y a platicar con su juez, López Obrador, quien le informó que no había intención de perseguirlo judicialmente. Pues no, porque ya habló el T4T y lo sentenció al estigma de un “mal servidor público”.

Caso número cuatro. El pueblo sabio, representado por AMLO, en contra de todos los gobernadores que no son de Morena. Diferentes fechas. Lugar: diversas plazas públicas durante las giras presidenciales. Acusación: ineptos, frívolos y corruptos. Veredicto: ¡culpables!

Pero todos ellos siguen gobernando. Algunos, sospecho, continúan cometiendo tropelías y actos de corrupción. No deben preocuparse porque lo importante es el T4T que ya los sentenció a ser ridiculizados, con todo tipo de insultos y pitos, en la plaza pública.

El T4T no sirve para combatir la impunidad en México. Su propósito es infundir miedo a los actores políticos, sociales y económicos. Y es que nadie quiere amanecerse un día y aparecer en la lista de perseguidos y condenados desde el púlpito presidencial. Que toda su carrera profesional se vaya al caño en cuestión de minutos sin la mínima posibilidad de defenderse. De quedar estigmatizado. Llevar la letra escarlata en el pecho. Es el objetivo de López Obrador: infundir miedo. La vieja receta de Maquiavelo: para un gobernante, es más seguro ser temido que amado. Para eso sirve el T4T. Y está funcionando.