A la buena de Dios

Especial

La soberbia, esa mala consejera que nubla la mente y envenena el alma cuando se requiere ecuanimidad, es la causante de la muerte de miles de seres humanos en México por el Covid.

Hugo López-Gatell se equivocó en el diagnóstico y en el método para enfrentar la pandemia, y en lugar de su renuncia exhibe soberbia y recurre a la mentira para justificar lo injustificable.

Treinta y cinco mil muertos, según él, y alrededor de 50 mil de acuerdo con la extrapolación de datos del Registro Nacional de Población.

Estamos a la espera de un milagro para que el número de contagios, y de muertes, comience a descender de manera sostenida, porque estrategia no hay.

Nunca la hubo, y ahí están los resultados.

De acuerdo con el portal de Naciones Unidas (Noticias ONU), México es el quinto país con más muertes por coronavirus. Eso no lo inventó un periódico ni un columnista.

Los datos no mienten.

¿No es correcto comparar defunciones en países altamente poblados, como México, con otros de menor población?

De acuerdo con ourworldindata, si se toman a los 20 países con mayor población en el mundo, México ocupa –actualmente– el tercer lugar en muertes al día por millón de habitantes.

Entre el 3 y el 10 de junio, cada dos minutos murió un mexicano de coronavirus, y 14 personas se contagiaron (Reforma, 12 de julio).

Hasta la semana pasada, veintitrés por ciento de los contagiados corresponde a personal médico, quizá la tasa más alta del mundo.

Los ahorros y el desprecio por la ciencia han matado personas que deberían estar vivas.

El doctor López-Gatell tuvo tres meses para preparar una estrategia y no se hizo.

Cierto, ha habido una irresponsabilidad general en el aumento de contagios, pero la principal recae en el gobierno.

El jueves de la semana antepasada el subsecretario López-Gatell dijo con aplomo:

“El viernes 13 de marzo identificamos que se habían triplicado los casos de días anteriores… y en ese momento, con tan solo 12 casos, doce casos, ya habíamos identificado con anterioridad que era muy importante cerrar las actividades, hacer una medida masiva que llamamos Jornada Nacional de Sana Distancia, antes de que comenzara a subir rápidamente la curva epidémica”.

Falso, no lo hicieron. La Jornada de Sana Distancia inició el 23 de marzo. Por eso la propagación del virus y las muertes.

Al día siguiente de ese cierre inexistente (13 de marzo) se celebró en la CDMX el festival Vive Latino, con más de cien mil personas.

A mediados de marzo –cuando según López-Gatell ya habían cerrado las actividades–, el gobierno federal imprimió un volante que difundió masivamente, en abierto desdén por la gravedad de la pandemia.

Decía: “No hay necesidad de cancelar eventos masivos, actividades escolares y sociales… Recuerda: la enfermedad causada por el coronavirus Covid-19 NO ES GRAVE”.

¿No es grave? Treinta y cinco mil muertes según López-Gatell.

Y no hay para cuándo porque no existe estrategia de contención.

Los países asiáticos lograron bajar drásticamente los contagios porque tuvieron confianza en la ciencia.

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Aquí quedamos en manos del trébol de la buena suerte y de un médico que se equivocó por completo y debió haber corregido o renunciar. Se obstinó en la estrategia de mitigación y no de contención.

Qué bueno que al fin haya más respiradores y camas, pero ninguna de esas medidas frena el coronavirus.

Se desechó la contención y por cada infectado hay 1.79 pruebas. Nada, si de prevenir, confinar y dar seguimiento a casos se trata, de acuerdo con lo que explica la doctora Laurie Ann Ximénez-Fyvie, jefa del Laboratorio de Genética Molecular de la UNAM.

Esa es la realidad. Perdimos la guerra contra el Covid por soberbia de un funcionario.

Se equivocó, y seguirá muriendo gente por la falta de estrategia. Y no hay ningún dato serio que nos diga que la pandemia va para abajo.

Estamos, pues, a la buena de Dios.