En la entrega publicada el 4 de agosto del 2020, titulada “Lozoya: embarradero home office”, nos atrevimos a adelantar que el ex director general de Pemex, Emilio Lozoya Austin, solo se dedicaría a embarrar a medio mundo desde la comodidad de su casa sin presentar pruebas.
Un año y tres meses después podemos decir que teníamos razón. Durante este lapso, Lozoya embarró de lodo a 70 personajes pero de todos ellos solo hay un detenido: el ex senador del PAN, Jorge Luis Lavalle.
El primero en creer en Lozoya fue el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien el 20 de julio del 2020, cuando Lozoya aún estaba detenido en España, le dio un carácter de testigo protegido al decir: “vale la pena todo lo que va a decir; es de mucha utilidad pública porque ayuda a purificar la vida pública”.
López Obrador tenía la seguridad de que Lozoya sería su herramienta para meter a la cárcel a varios actores políticos de alto nivel, sin descartar entre ellos al ex presidente Enrique Peña Nieto, al ex secretario de Hacienda, Luis Videgaray y al ex candidato presidencial del PAN, Ricardo Anaya.
Por eso el presidente aceptó el pacto que celebró la Fiscalía General de la República con Lozoya para que éste no fuera encarcelado al llegar a México a cambio de que acusara a quienes fueron sus superiores y a otros actores de estar involucrados en actos de corrupción.
En cuanto Lozoya llegó a México, producto de una extradición ‘fast track‘, recibió un trato VIP por parte de la FGR, encabezada por Alejandro Gertz Manero. Se le protegió para que no fuera molestado por los periodistas y se le permitió llevar su proceso penal en libertad bajo el amparo del criterio de oportunidad.
Pero en su intento de cumplir con el pacto, Lozoya se dedicó a señalar a personajes a diestra y siniestra, entre ellos a los ex presidentes Carlos Salinas de Gortari y Felipe Calderón, además de Peña Nieto; a varios ex senadores del PAN y a la periodista Lourdes Mendoza.
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El problema es que tras un año y tres meses no presentó una sola prueba, ni siquiera algún indicio, que fuera suficiente como para llevar a proceso a alguno de los 70 personajes señalados.
La detención del ex senador Jorge Luis Lavalle estuvo basada más en el video en donde su operador aparece recibiendo fajos de billetes, que en los señalamientos de Lozoya.
Molesto por la falta de cumplimiento de Lozoya, el presidente López Obrador ordenó que se terminara el buen trato de la “4-T” hacia él y que fuera encarcelado para continuar con su proceso tras las rejas.
El presidente tiene razones para estar molesto. Las promesas de Lozoya de aportar pruebas contra los peces gordos del sexenio pasado le sirvieron al primer mandatario para emprender una campaña mediática en pleno año electoral de este 2021 y para ondear con más fuerza la bandera de la lucha contra la corrupción.
Pero ante la farsa que resultó el embarradero de Lozoya, la credibilidad del presidente quedó por los suelos, como se hundió también aún más la del fiscal obediente Alejandro Gertz Manero.
OFF THE RECORD
**GAS FANTASMAL
“Gas Bienestar”, esa ocurrencia de López Obrador, es una empresa fantasma. No cuenta con la aprobación del Consejo de Administración de Pemex, no tiene un director general y ni siquiera está considerada en el Presupuesto de Egresos de la Federación del próximo año.
**CONSECUENCIAS DEL OUTSOURCING
El capricho del presidente de eliminar la figura del outsourcing llevó a la caída del PIB y a la pérdida de cerca de dos millones de empleos, hasta el momento.
Los especialistas habían advertido sobre estas consecuencias, pero el presidente se aferró.
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