Secuestro, robo e impunidad: usos y costumbres de los “anormalistas”

Aunque sean cada vez más cotidianos, fenómenos como el secuestro de transporte de carga y de pasajeros, el robo de mercancías, la quema de vehículos y el bloqueo de vialidades, no son normales, simplemente porque no se ajustan a las normas de convivencia ni al marco de la ley.

Sin embargo, los estudiantes de las escuelas normales de Michoacán han convertido estos delitos en el modus operandi de su lucha en contra de la reforma educativa. De acuerdo con reportes de la Cámara Nacional del Autotransporte de Pasajeros y Turismo en Michoacán (Canapat) y del Consejo Coordinador Empresarial (CEE) , en los tres meses más recientes los “anormalistas” robaron 95 vehículos de las carreteras de la entidad.

Para nadie es un misterio que el poblado de Turícuaro, municipio de Nahuatzen, es el paradero de los vehículos robados. No obstante, por más que los propietarios presenten denuncias, las autoridades se rehúsan a acudir al lugar por temor al costo político de un probable enfrentamiento como el de Nochixtlán.

Pero, ¿Qué ocurre en este bastión de los “anormalistas”? ¿Por qué ninguno de los tres niveles de gobierno se atreve a aplicar la ley a estos criminales?

Este miércoles, Juan Martínez Ahrens, del periódico El País, publicó un artículo en el que se narra un recorrido por el pueblo de Turícuaro; un pueblo indígena de alrededor tres mil habitantes, que se rige por usos y costumbres.

A diferencia de lo que podría pensarse, los autobuses, camiones y trailers robados no se encuentran ocultos en un garaje o taller. Los vehículos —algunos de ellos vandalizados y prueba inequívoca de los delitos— se encuentran a plena vista de todos, aparcados en las calles plazas o explanadas.

Y es que los “anormalistas” cuentan con la complicidad de los comuneros, quienes incluso organizan patrullas vecinales para vigilar el botín bajo la consigna de que los vehículos “no se mueven hasta que el Estado represor no se siente a negociar”, y que a quien intente disponer lo contrario, le toca la hoguera.

De hecho, los vehículos no son los únicos que permanecen secuestrados; decenas de conductores llevan meses varados en el pueblo, pues en caso de abandonar los vehículos corren el riesgo de que su mercancía sea robada o de que sus jefes les acusen de complicidad con los “anormalistas”.

Para muchos, con este tipo de conductas, queda demostrado que en Turícuaro y en las escuelas normales —que forman a quienes aspiran a educar a la infancia mexicana— los únicos usos y costumbres son el crimen y la impunidad.