En la CDMX quién protege a los sexoservidores

 

Enrique Serna publicó en 2006 su novela Fruta Verde, donde relata la historia de Germán, un muchacho veinteañero que quiere ser escritor. De este modo, debe abrirse camino en el mundillo intelectual y por azares del destino en su primer empleo conoce a Mauro, un dramaturgo treintañero y homosexual.

Éste último se enamora perdidamente de Germán, quien constantemente lo rechaza, y el dramaturgo, como cualquier otro ser humano, debe vivir con la pena del desamor, pues sabe que el muchacho nunca lo va a querer.

Por esta razón, una noche Mauro sale de su departamento deprimido a causa de un nuevo rechazo y con el corazón despechado, decide detenerse en una esquina como cualquier sexoservidor y aborda la camioneta de un joven que le ofrece irse con él.

No obstante, en cuanto Mauro sube al asiento del copiloto, se da cuenta de que todo es una trampa y que el conductor no va solo, sino que está con otros dos muchachos, los cuales más tarde le propinan una paliza simplemente por ser homosexual.

Resulta curioso cómo este pasaje de la novela se parece tanto a la realidad que día a día enfrentan las personas que se dedican a la prostitución no sólo en México, sino en todo el mundo.

Por ejemplo, apenas el viernes pasado se dio a conocer el caso de Paola, un sexoservidor que fue asesinado en cuanto se subió al auto de un cliente, en la colonia Buenavista, en la Ciudad de México.

Es por esta razón que la tarde de ayer un grupo de sexoservidores capitalinos pasearon el ataúd de Paola en las calles de la capital, con el fin de exigir justicia y seguridad para ejercer su oficio.

Según los reportes viales de ayer, los manifestantes bloquearon por algunos minutos el cruce de Insurgentes Norte y Puente de Alvarado, ocasionando así un caos en la zona que terminó cuando la policía retiró  del lugar a los deudos con todo y ataúd.

En la novela de Enrique Serna, Fruta Verde, Mauro se ve orillado a olvidar a su amado en los brazos de otro; sin embargo, elige a la persona incorrecta para hacerlo y pasa una de las peores noches de su vida, pues los muchachos que lo recogen además de golpearlo, lo torturan con toques eléctricos en sus órganos genitales.

En la vida real, el crimen de Paola no debe quedar impune, pues como ya ha sido señalado en varias ocasiones; no hay justificación que valga para matar a sangre fría. No obstante, las personas que se dedican a la prostitución no deben de olvidar que su oficio es de alto riesgo, y por más seguridad que exijan, subirse al coche de un extraño conlleva un peligro que sólo ellas pueden evitar, ¿o no?

 

Enrique Serna, Fruta Verde, 2006