Durante la mañanera que le tocó encabezar el pasado lunes, la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, recibió la pregunta obligada sobre el paradero del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien un día antes dio positivo al Covid-19.
“Está en su domicilio, hasta donde yo tengo conocimiento, en su domicilio particular”, –respondió la funcionaria, un tanto desconcertada y dudosa.
Atrás de ella, el vocero de la Presidencia, Jesús Ramírez Cuéllar, la corrigió, al decir que estaba en Palacio Nacional.
-¿Está en palacio? –preguntó a Jesús, aún más desconcertada, la responsable de la política interna y la gobernabilidad del país.
El hecho de que la titular de la Secretaría de Gobernación no supiera en dónde se encontraba el presidente en un momento de crisis es algo gravísimo, que habla del desorden que impera en la administración encabezada por López Obrador.
En nuestro país, el titular de Gobernación es el servidor público más importante después del presidente de la República. Tan importante es, que si el presidente se ausenta o se ve incapacitado para ejercer el cargo, de inmediato el titular de Gobernación asume la presidencia provisional.
Por eso es inconcebible que la actual secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, no conociera el paradero del presidente de la República, algo que sí sabía, en cambio, el director general de Comunicación Social, que no tiene rango de secretario de Estado.
Este incidente en Palacio Nacional enciende las alertas sobre el caos que se generaría en el gobierno si el presidente López Obrador perdiera la vida –algo que por supuesto no deseamos– o si llegara a quedar incapacitado por secuelas de la enfermedad que ahora padece.
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Todo el gobierno es López Obrador. El presidente ha centralizado en su persona todas las acciones y decisiones de relevancia, sin delegar funciones en los miembros de su gabinete y sobre todo, sin tener contemplado un plan B para casos como el que ahora se presenta, en que él debe estar bajo tratamiento médico y en cuarentena.
Ese incidente de palacio refleja también el desorden que hay en el gobierno, en donde los funcionarios del círculo cercano al presidente no le dan su lugar a la secretaria de Gobernación. Y quizá ella tampoco lo exige.
Preocupa pensar que, ante la eventualidad de una ausencia prolongada o definitiva del presidente López Obrador, la gobernabilidad del país quedaría en manos de una funcionaria que no se hace respetar y que no tiene ni la capacidad ni la firmeza para tomar el timón del barco y evitar que se hunda.
Nadie en su sano juicio podría desear que se agrave la salud del presidente López Obrador ni que muera. Más allá de su estilo de gobernar y de sus yerros sistemáticamente señalados en este y otros muchos espacios de opinión, su integridad física y su salud son asuntos de seguridad nacional.
Un prestigiado columnista lo resumió de este modo casi al inicio del sexenio: toda la población mexicana viaja en un avión. La mayoría decidió que el piloto de ese avión fuera López Obrador. Si el piloto falla, se enferma gravemente o muere, el avión se va a pique con todos los mexicanos a bordo.
OFF THE RECORD
** EL HUESO ES EL HUESO
¿No que no?
Finalmente, el diputado federal del PT, Gerardo Fernández Noroña, se disculpó públicamente con la diputada del PAN, Adriana Dávila, contra quien, según el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, ejerció violencia política de género.
No es que Noroña haya sufrido un ataque de arrepentimiento. Lo que pasa es que si no se disculpaba perdería la posibilidad de conservar el jugoso hueso que ahora tiene.
**INHABILITAN A CASTILLO
La Secretaría de la Función Pública inhabilitó por diez años a Alfredo Castillo Cervantes, uno de los hombres más cercanos al ex presidente Enrique Peña Nieto.
Como buen chapulín, durante el pasado sexenio Castillo brincó de la PGR a la gubernatura virtual de Michoacán y de ahí a la Comisión Nacional del Deporte.
Fue muy cuestionado en todas las funciones que desempeñó.
La inhabilitación quizá hasta la salió barata.
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