¿Y el plan para superar la crisis?

Especial

Era el momento del presidente López Obrador. La oportunidad de mostrar que la nave tiene capitán y que éste sabe cómo sacarla de las aguas tempestuosas en las que se ha metido.

Las crisis han hecho grandes a los mandatarios que han sabido sortearlas. El país y el mundo esperaban un discurso histórico de López Obrador, en el que el Presidente de México echara el resto y tranquilizara a una población asustada que, incluso, ha dejado de dormir bien por las noches a causa de las tres plagas que la azotan: la violencia, la crisis económica y la pandemia de coronavirus.

Pero no. Eso no fue lo que ocurrió ayer.

El Ejecutivo hizo un copy paste de sus lugares comunes, las frases que repite en las conferencias mañaneras, un día sí y otro también.

Con ganas de encontrar alguna novedad, se puede mencionar el anuncio sobre el programa de inversión pública, privada y social para el sector energético “por un monto aproximado de 339 mil millones de pesos”.

Pero si uno se pone estricto, es la tercera o cuarta vez que eso se anticipa. Iba a ser en enero, luego, en febrero; después, en marzo. Ahora dice el Presidente que será la semana entrante. Bien, pero en tanto, los precios del petróleo se han desplomado.

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¿Tendrá Petróleos Mexicanos el dinero para hacer frente a ese compromiso? Porque, anteriormente, López Obrador y su secretaria de Energía dijeron que serán contratos de servicio, no subastas o rondas. Estoy seguro que si les garantizan un pago razonable, las empresas le entrarán. Perforarán donde diga Pemex. Y si no hay éxito, ¿quién cubrirá eso? La respuesta es obvia: el contribuyente. Además, ¿cuánto estará dispuesta a pagar la empresa productiva, con un barril en 20 dólares o menos?

Uno espera que en un discurso como ése, el Presidente se muestre optimista. Pero no basta. El país no puede salir adelante por suerte o por ganas, sobre todo ante una coyuntura así.

López Obrador llenó su informe, de 54 minutos de duración, de datos sobre inversión pública, programas sociales y creación de empleos por parte del gobierno. Pero cuando se trató de explicar con qué se iba a pagar, habló del Fondo de Estabilización de los Ingresos Presupuestarios (FEIP) y los fideicomisos recientemente disueltos.

Si uno hace la suma de los rubros –lo que queda del primero y el dinero federal–, estamos hablando de 400 mil millones de pesos. Tan sólo para pagar los dos millones de empleos que dijo que se crearán en el resto del año —por el texto, se entiende que los pagos saldrían del erario—, los puros salarios de esas personas se llevarían 63 mil millones de pesos, siempre que ganen el mínimo.

Y la fuente de esos recursos —eso ya no lo aclaró el Presidente— serviría para una sola ocasión. Una vez vendida la vajilla de la abuelita, si se me permite el símil del FEIP y los fideicomisos, el dinero se acabó. No hubo, en las 3 mil 300 palabras de su discurso —cuyo sustantivo más frecuente fue millones, que usó 22 veces—, algo que pudiera considerarse un plan económico para hacer frente a la recesión, cuyos efectos ya se sienten a nivel internacional.

Tampoco hubo “una convocatoria a los principales actores económicos para construir un acuerdo nacional para superar la crisis y establecer las bases para una nueva etapa de crecimiento y prosperidad”, como le solicitaron, en una carta abierta, el viernes pasado, 28 políticos, activistas e intelectuales, encabezados por Cuauhtémoc Cárdenas, el mentor del hoy Presidente.

Asimismo, preocupa que haya dicho que los homicidios hayan bajado 0.3%, si se compara el primer trimestre de este año con el de 2019, porque lo que realmente pasó es que subieron 3.65%, según los propios datos del gobierno.

López Obrador concluyó su alocución con un enjundioso “¡viva México!”, repetido tres veces, como el que se escucharía una noche de Grito, desde el balcón de Palacio Nacional, con Zócalo lleno. Pero, cuando se abrió la toma, el Presidente estaba solo, una buena alegoría de cómo piensa actuar frente a la tormenta perfecta que se avecina.