José Alberto Márquez Salazar
Las políticas agresivas del presidente norteamericano Donald Trump generaron una nueva división visible entre los grupos políticos de la oposición y el gobierno de la Cuarta Transformación. Los dos, desde sus espacios de difusión y propaganda, privilegiaron sus filias y fobias y dejaron de lado lo qué significa unidad.
La unidad nacional, frente a las agresiones del exterior, no debe ser entendida como una aceptación tácita de las acciones y políticas públicas de un gobierno o liderazgo o de las críticas de la oposición. La unidad nacional significa plantear objetivos claros y coordinados para hacer frente a esas acciones que pueden afectar el bienestar de personas, bienes y productos.
Bastaba que la presidenta de la República, al igual que lo hizo con otros sectores, hubiera convocado a los líderes de los partidos políticos para analizar y describirles cuáles estrategias seguiría su gobierno e invitarlos a colaborar, a formar un frente común.
Del lado de la oposición (Acción Nacional y Revolucionario Institucional), una buena parte de los planteamientos fueron ridículos y hasta vergonzosos; parece argumentar que, para ellos, es mejor la participación (intervención) de un gobierno extranjero en México antes de ver que el gobierno resuelva el entuerto con acierto.
Durante más de cincuenta años, el Partido Revolucionario Institucional construyó un discurso, sobre el siglo XIX mexicano, donde los opositores al proyecto liberal, los conservadores, casi quedaron borrados de la historia en la construcción del Estado mexicano.
Todavía en 1999, en la presentación al libro El Conservadurismo Mexicano en el siglo XIX (1810-1910) el investigador William Fowler escribió: La versión ´oficial´ todavía promueve esa versión mitológica que celebra el triunfo liberal del siglo XIX sobre las fuerzas retrógradas y parasitarias del conservadurismo oligárquico, centralista, absolutista y monárquico que sucumbió ante la impertérrita y digna mirada de Benito Juárez y, las ahora celebradas del General Porfirio Díaz”.
La historia de México nos ha enseñado sobre lo que implica la división interna frente a una amenaza externa. Sin embargo, parece que no lo entendemos.
De parte del movimiento oficial, que gobierna y controla a una buena parte de estados y congresos, las intenciones para llevar las amenazas de Donald Trump al nivel de una batalla histórica por la patria le da una oportunidad para continuar arrinconando y llevando a la oposición a ocupar el lugar de esa oposición derrotada en la historia de México ¿No lo han entendido las y los líderes de Acción Nacional y del Revolucionario Institucional?
Quizá en un país donde el nacionalismo no esté tan arraigado y donde no se le convoque un día sí y otro no, el conflicto con Donald Trump es un mero asunto de responsabilidad del gobierno en turno; en México, se convoca a la defensa de la patria hasta cuando un equipo de medio nivel le gana a la selección nacional de fútbol. Y el llamado puede ser efectivo para bien o para mal.
Miro atentamente un anuncio pagado en la red X. Un diputado al Congreso de la Ciudad de México; a la manera de los aficionados del fútbol, se arropa con la bandera; electo en Iztapalapa, lo hace mientras camina hacía un sol resplandeciente bajo el cual se ve una parte del Valle de México. El diputado Juan Estuardo Rubio Gualito afirma, para quienes lo vean, que “es tiempo de definiciones” y pide que “todas y todos estemos del brazo de nuestra presidenta”; pide unidad, pero no nos dice a qué se refiere ni tampoco sobre qué debemos definirnos.
A la manera de las “cargadas” del PRI de los años sesenta y setenta, una parte de la Cuarta Transformación convirtió amenazas y decretos de Donald Trump en la batalla épica del país, una batalla en la que se debe estar… al lado de la presidenta de la República.
Sí, el incremento de los aranceles y la deportación de mexicanas y mexicanos nos afecta a todas y todos; sí, el pretexto de Donald Trump, al afirmar una posible “alianza del gobierno con el narco” agrede a los gobiernos pasados, actuales y, también, futuros; sí, es probable que Donald, él, intenta vulnerar nuestra soberanía.
La ofensiva de Donal Trump nos afecta a todas y todos; debemos prepararnos para un cuatrienio donde el personaje expansionista estará en constante ofensiva, pero hay que tener precaución cuando se apela a una defensa de la patria o “matria”.
Entre las claves para negociación sobre las que escribió el presidente norteamericano destacan tres: las controversias generan noticias gratuitas, utiliza el terror y apuesta por la confrontación. El personaje, sí el personaje que siempre ha promovido Donald sigue al pie de la letra ese libreto. Y, sí, parece que es efectivo.
Este fin de semana, previo a una conmemoración más de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, de 1917, parte del país vivió el hilo de las declaraciones y acciones de los gobiernos mexicano y estadounidenses y también, revivió la supuesta presencia de los “traidores a la patria”.
El discurso oficial, ayudado por las declaraciones de algunas y algunos líderes opositores al gobierno de Claudia Sheinbaum, los va orillando (a la orilla) al no entender que el mundo va cambiando. Pero al discurso oficial también le interesa la existencia de sus “liberales” de la Cuarta Transformación, muchos de ellos pendientes con el pueblo bueno, y de los conservadores “vende patrias”.
Estamos a tiempo de que las diferencias internas no sean pretexto para reencarnar la confrontación de liberales y conservadores; la visión maniquea de los buenos y malos que, curiosamente, llevó a la nación, recién creada en el siglo xIX, a vivir intervenciones de un país que asumió su destino manifiesto sobre América.
El discurso de “unidad” utilizado sin objetivos claros, sin definiciones exactas, puede ser tan irresponsable como el de la oposición que justifica la intervención extranjera por las fallas del gobierno en turno sin mirar los errores del pasado.